ANSIEDAD
Fíjate, hermano lobo, has cazado la pieza y has perdido la pasión;
habías escrito en tus ojos solo el deseo de llegar y apresar y te quedaste en
eso, luego perdiste el placer de disfrutarla. Como el lector que ignora el
resultado de la historia, como el niño que no aprendió a manosear el juguete,
solo a encontrarlo; como la luna que acaba el ciclo sin interesarse por las
ráfagas de luz que se dejara en las oscuridades o como el hombre que llega, a
veces, sin saber para qué. Pérdida de la pasión, moda nueva, de arraigo actual,
de aceptación general, ansiedad sin pasión.
No discuto, hermano lobo, tu hambre, discrepo de tus deseos, del ansia
para después del deseo, del gozo que no te produce la victoria, de la emoción
que no le pones a la batalla; discrepo de tu manera de no lamer tus zarpas al
recibir el trofeo. Imagino que posees tantos que ya no te halagan o imagino que
no te altera el entusiasmo una meta más, pero discrepo, te sobra ansiedad, te
falta pasión. Para correr, para la estrategia del combate, para la mirada; tu
alma, imagino, necesitará el alimento de todas las sustancias que
espiritualizan tu rol en el contenido de esta selva donde te dieron luz y
cuerpo para vivir.
Es tu mundo un cuadernillo de letras sin calidad; hambre y pocas cosas,
que limitan el sentimiento a ello; y hasta tu loba te escasea en detalles, la
seducción, la preñez, la parida, la nacencia; le quitas la pasión y se queda en
animalada, en inconsciencia. Y no me discutas, hermano lobo, casi te diré que
no estoy ahora para sermones de santos, ni dogmas, ni monsergas; no olvides la
pasión, y punto.
Ramón Llanes
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