CLASES DE PENSAR
Si de nuevo fueren costumbre la soledad, el pensamiento, la palabra,
como armas, como útiles de vivir, lienzo donde se plasmaran además colores de
emocionantes sentimientos y al caer en los ojos se expresaran y se compartieran
ideas para dejar quizá la vida, acciones para alcanzar quizá los sueños, de
nuevo la intimidad, con acento de luz, la creación, el ser vivo en estado puro,
lo imaginado, entonces impartirían en la academia clases de pensar para los
listos que se apuntaran, para quienes escribieran su sobrenombre con esperanza,
para quienes aludieran al conocimiento en su interés.
Otra vez el golpe que arrasa la mediocridad y corta viento áspero
convirtiendo zumo de ademanes, de formas, de identidad. Ni existencia de
trastos, poca rabia, salud a las templanzas, al concierto y a las revelaciones.
Irían a la academia desecho de políticos, tardíos eclesiastas y toreros sin
taleguilla; asumirían el programa, pertenecerían al elenco de los escogidos en
el lugar donde no se echan los leones a la arena ni el artista es un mito.
Las clases de pensar serían para mirarnos la sombra, apretar los
dientes, ensimismarse, rectificar, adormecer o engullir errores. Para cuando,
de nuevo, fuere costumbre iniciar el contacto con la vida, evitados nosotros de
prácticas endógenas y la palabra heredara al pensamiento. Y la conclusión admitiera
apuntes.
Ramón Llanes.
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