VOLVER
Dedicado a Antonio González
“El Raya”, con motivo de su
vuelta a sus sueños del cante.
Para soportar tanto silencio prestaron su conciencia
el tiempo y la osadía de la madurez y Antonio enmudeció los signos exteriores,
ahora diseña una vuelta que requiere otra complicidad con su propia conciencia.
El resultado es volver. Volver por necesidad expresiva, por voluntad de
agrandarse en sus emociones, por imperativo del sentimiento. Y volver, a la
arena limpia, a los congresos de pueblos, a las efemérides, al eco de la
taberna, al compás, al mostrador, a las genialidades, a las sorpresas, para
complacerse en la voz, para deleitar a los suyos, para crear cantando el nuevo
empuje, el viejo estilo.
Volver como ave solitaria al trémulo fragor del
enamorarse y desenamorarse, a la impaciencia, dejándose caer en la última rima,
ratificando su razón de esencia rociera para un futuro abierto en la concordia
de su poema cantado; volver a la calidad de su fandango que ahora le ruega
acaricie pronto las tablas de la escena y le eleve en categoría (como siempre
hizo), le cambie los discursos por cante, le hostigue hasta dilatarse en las
pasiones una y otra y otra cuantas veces le salga la vida por la boca y el saber
por su experiencia, hasta agradar en el máximo. Y Antonio también vuelve
(permítaseme la licencia) para volver a enseñar. Para volver a tratar con su
dignidad el dejillo indeleble de Alosno. Para recordar a Conejilla, Marco
Jiménez, Toronjo, El Acalmao, vuelve. Para no esconder quejíos, vuelve. Para
dedicarle sitios de orden y honor a Rangel, Antonio Abad, Pinche, Juan Díaz,
vuelve.
Antonio se ha puesto todos los trajes de la vuelta,
sus mejores galas de entusiasmo y vuelve para todo. Que estrenando voz mirará
lo alto y lo bajo, subirá hasta lo valiente del fandango y allá mecerá la
estrofa; luego, abajo, en el grave tono del cané ansiará que su cosquilleo
impregne de escalofrío la cadencia y los ojos, hasta amarlo. La magia
querenciosa en la interpretación de este artista, su estilo, su dinamismo, su
entender, son imprescindibles en esta soledad apegada a las luces quietas del
impresionismo en el cante y al sonido manso y solemne del toque.
Diré que Antonio hace falta para despertar las luces
ociosas, para arrancar de nuevo la ternura eterna de la guitarra. Hace
falta para reñirse con el desafío, que es su locura, allá donde el arpegio
exige la nota más inverosímil y solo llegan quienes están tocados por la dulce
armonía de la magia, como Antonio. Nos hace falta para nosotros que se lo
agradeceremos siempre. Pero sobre todo Antonio hace falta, en esta lírica
farándula, para la historia misma del fandango, de Andalucía y de la creación.
Él se quedará, voz en prenda y acogida, hasta que lo
desee, con su memoria en la grandeza de haberle puesto amanecer al tiempo y
agallas al cante.
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