QUÉ
HACER
Que
el mundo es aún un proyecto se acredita por el usual desorden que
sustancia los esquemas primarios que le son pilares de sostén y
cimiento de empaque. Estos son movibles, frágiles, muy vulnerables
para servir de un asiento de garantía, exento de cualquier derrumbe
a la menor agresión; la falta de solidez de los principios se
somatiza en las raíces enfermas de los mimbres institucionales e
individuales hasta pudrirlos. Ahora que hemos sobrepasado un
meridiano de importancia advertimos que estábamos colgados de
alfileres débiles y el mundo diseñado –con exceso de pesadez y
engaños- no ha respondido al envite, se ha caído a un vacío no
programado. Los depredadores le han mutilado la vida.
Y
ahora, qué hacer desde este subsuelo inerte sin decencia ni
compromiso para devolverle la consistencia o inventar una nueva
operativa capaz de aguantar la masa completa con sus horizontes, sus
mercancías, sus megaestructuras, sus indolencias y sus embargos; qué
hacer para que se parezca algo más a un mundo. Allá donde los
depredadores no existen, en esos espacios lejanos, en las insólitas
laderas del desconocido universo, la materia está compuesta de una
primigenia armonía imposible de alterar, ni tan siquiera siente
desastres estelares o advenimiento de constelaciones nuevas, el
sistema es tan armónico como para asimilar las adversidades sin
perder el orden universal. En esta maraña nuestra el declive se
percibe a diario, en tonos negativos siempre, la existencia de vida
en el planeta que nos soporta ha deteriorado ostensiblemente el
ámbito hasta decrecerlo, hasta convertirlo en páramo “fractal”
de inseguridades.
Qué
hacer, entonces, no solo para el difícil alcance de la supervivencia
medianamente digna, sino incluso para la restauración del medio a
los efectos de convalidar las cuotas de mejoría imprescindibles para
el confort adecuado; qué hacer, entonces, sino seguir remando.
Ramón
Llanes. 15.11.2013
Publicado hoy en digitalextremadura.com
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