HISTORIAS
DE LA PUTA CRISIS
Alguien
indolente e indecente habrá sido el inventor de la crisis, digo yo.
A nadie se le escapa que los sistemas económicos se crean después
de un conglomerado engranaje de alta precisión científicamente
organizados para evitar su fracaso y se sustentan a través de
premisas complejas predispuestas para la consecución de un
determinado fin. La crisis no es otra cosa que eso: una idea de
cambio y limpieza general en el sistema financiero, tal vez
notablemente enfurecido por las bajas cuotas de rentabilidad y porque
el invento provenía necesariamente del encargado de la limpieza, que
aprovechará la nueva institución en un beneficio propio.
Las
consecuencias negativas son datos palpables y vividos en primera
persona por un incalculable número de ciudadanos, nunca tenidos en
cuenta en la nueva fórmula. Ese es el principal fallo: olvidar las
consecuencias. En todo proyecto se estudian los pormenores, la
publicidad, los medios, el fin y las consecuencias. Si estas se
presentan como más nocivas que su creación, como inidóneas en su
implantación y como generadoras de virus sistémicos capaces de
ocasionar un desorden colectivo de endeudamiento, el proyecto se
desestima.
Aquí
ocurrió lo contrario, desde la consigna del olvido de las
consecuencias se proyectó un cambio de afectación mundial,
deshumanizado, desleal, ilegal e ilícito, que ha destruido la vida,
a costa de un crecimiento patrimonial para sus inventores y
alentadores.
Nadie
ha pagado aún por el error, a nadie se le ha imputado penalmente por
esta barbarie. Como si un loco hubiera creado un veneno que hubiera
sido capaz de eliminar a los pobres del mundo, por ejemplo; como si
algún loco hubiera usado sus resultados de laboratorio en un
importante alimento para desnutrir al sector de la población que le
hubiera venido en gana. El lumbreras de este maldito sistema también
es un loco que aún anda suelto y a quien pronto veremos recibiendo
el consiguiente premio por su labor en pro de la humanidad. Y
nosotros abocados al hambre hasta que la muerte nos separe de ella.
Me enfurezco, no sé por qué escribo de estas menudencias.
Ramón
Llanes. 31.10.2013.
Publicado hoy en digitalextremadura.com
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