Cobarde
Qué pena no ser río que
alimente un mar
o leño que ayude a la
candela.
Cómo siento no servir de
carroña
ni ser útil a buitres y
alimañas.
Qué lástima no alcanzar
la condición
de sustrato ni de humus
del que viva
y crezca la hierba de
algún campo.
No tengo la sustancia de
los dioses
ni la materia de los
sueños.
Ni soy el escombro que
rellena
territorios de abandonos y
destierros.
No me precio siquiera de
perdedor,
no merezco ese rango.
¿Dónde mi lucha?
Amasado con golpes de
tiempo y de neblina,
me pierdo entre pisadas
sin alzar las manos ni la
voz
más allá de algún poema
sin alcance.
No sé elevarme sobre
ninguna ciénaga
y me despeño vientre
adentro
sin saber qué buscar
entre tanto
y tanto sinsentido. No
ayudo,
ni me presto sin
condiciones.
No soy peón que obedece
ni autoridad que dirige.
Solo permanezco al aguardo
de que nada me dañe más
que el aire,
a la espera de un
desenlace,
sin pesadumbres ni
sollozos,
que me conduzcan, al fin,
por una paz sin más
caminos.
¡Qué pena, tanta
cobardía…!
¡Qué duro saberse
fraude!
Mario Rodríguez García
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