Hijos de un territorio menor
Ellos se sublevan contra el sistema, dicen no tener especiales per-
juicios contra españoles sino contra el estado, dicen en su slogan que
aspiran a conseguir libertad, no dicen de qué, tampoco acreditan que les
falte, tampoco airean las prebendas concedidas, hablan de huir a un territorio menor que interpretan les pertenece, no dicen que también
pertenece al resto de los habitantes de este país, hablan de denigración
social y yugo a una configuración no hecha para ellos.
Les asisten todos los derechos, ansían votar para que las estadísticas
muestren el sentir de su pueblo maltratado,- ¡qué desfachatez!-; han
soñado un camino hacia adelante, -quizá el actual retroceda, no es verdad, también lo han soñado-, se subieron al desdén de cambiar las reglas
después de iniciado el juego, les resbalan el respeto, la solidaridad, los
pensamientos de los demás. Cataluña no estaba hecha de utopías sino de
reproches, ahora se comprende. De no existir Madrid, ¡ay, de no existir
Madrid!, no cabría la desvergüenza en un cubo parecido a urna, no existirían en abundancia los desengaños; es un asunto vulgar la dependencia, es un asunto torpe la independencia; ambos son asuntos de política,
con sus quiebros a la verdad y sus énfasis a la demagogia. Tienen un
paraíso de privilegios quitados a otros solo por ser más peleones, porque
llevan amenazando siglos de bravura.
Aquí es otro lugar y la suculencia del privilegio se pierde en un contador de hasta tres, no más; nadie les requiere para un patriotismo especial, nadie, aquí, les envidia ni se conmociona por la osadía, nadie les
recrimina el desorden que están ocasionando pero todos les recordamos
que hay una parte de Cataluña que es nuestra por natural derecho de
herencia, como también una parte del resto de España es de ellos por
idéntica razón. Cuando el derecho se les ponga a favor que cumplan con
la cuota de pago de la venta, paguen su diezmo de libertad, recojan sus
bártulos y se marchen a fundar un estado a su semejanza, con el menor
ruido posible. Y que ambos seamos felices.
Ramón Llanes. EL CAJÓN DEL SASTRE
20 Octubre 2014
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