Mucho tiempo después
Desde que éramos futuro y los deseos tenían esa distorsionada forma
de imposible, desde que comenzábamos a creer en nuestras posibilidades y se nos ahuyentaban la mayoría de los miedos porque nos fortalecíamos en la juventud, desde mucho tiempo atrás, -antes incluso de
la comisión de los tantos errores sociales-, desde entonces se nos convocaba para mover las estructuras y jeringar a los sistemas. Y ya, desde
entonces, existían las promesas como ricas esperanzas acarameladas
que seducían en evidencia a la ingenuidad. La parte ingrata de la
sociedad nos trataba de comprar para luego vendernos en la primera
estación o para dejarnos escondidos con toda la culpa en los andenes del
olvido.
El tiempo no ha hecho otra cosa que repetir la incomodidad de la historia y en estas alturas de invenciones de tecnología, volvemos a ser
objetos de promesas banales y engañosas que dan con el cuerpo en otro
distinto andén y con el alma en cualquier vendeduría de miserias para
ser director general de los directores generales que pegan los carteles en
los miedos de los demás y los obligan a descender a los abismos de la
injusticia a cambio de un juego sucio con bocadillo, cerveza y postre.
No resulta desviado preguntarse ahora qué hemos conseguido en este
"mucho tiempo después", sin contar el avance técnico y solo teniendo
en cuenta en aquello que nos distingue de otras civilizaciones por el
bienestar alcanzado. Huimos desaforadamente del imperio de la nostalgia y no pertenecemos a conocidos ateneos populares de la demagogia
pero somos carne del cañón que estalla en cada guerra, boca que perdió
la costumbre de distinguir sabores y humano en lista de espera en petición de los derechos perdidos, por eso podemos denunciar un fracaso o
ponerle un cero en dignidad a este mentidero de sables que se erige tutelador de nuestras vidas.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE)
18 Septiembre 2014
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