VOLVER.
Volví
de la poesía como una niña
con sus
zapatos nuevos.
Lucia
bella, la paz, en mi solapa,
tanto
que tardé un rato en desvestirme.
La paz
la llevaba también en mi equipaje
como
parte del trato.
Yo
volvía del poema..., de la sierra,
del
valle, de la nube que arriba me secuestra
cuando
llueven palabras…,
y me
sentí poema por un segundo,
el
horizonte de agua me propuso
la
palabra perfecta,
y con la
paz pretendida en los bolsillos
me abrí
en canal ante las frases,
como una
granada madura, para hacerme con ella.
Me pinté
de poemas las uñas
me regué
de su origen,
y la paz
surgió de mi costado,
y escaló
hasta mi labios,
y se
meció en mis dientes
e hizo
nido en mi lengua,
y desde
ella a mis dedos y al papel.
Después
la tinta se expandió por el aire,
fue todo
como un cuento
cuando
la paz se fraguó a mi ventaja.
Hoy la
llevo en mi pelo,
y en mis
ojos, me he pintado con ella,
la llevo
en mi pañuelo para abrigarme un poco.
la llevo
en mis zapatos para mi pisar firme,
y en mi
cautela para que no se me note mucho.
Quiero
con la paz llegar a un compromiso:
yo le
canto y ella,
como la
diosa madre de las cosas,
me dona
la sensación extraordinaria
de que
es,
está,
existe,
y
gobierna en todos los árboles del mundo.
Y
después,
después
todos los frutos serán blancos,
todos
sus parabienes y sus excelencias,
blancos
todos los regalos y después…
después,
nos concederá el privilegio
y la
manzana
por fin
a la
boca.
.ANA
DEACRACIA MARTÍNEZ
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