Neruda y nosotros
Hubiéramos existido para la genética, para el conocimiento y para la
soledad y acaso menos para los sueños, la libertad y la utopía.
Hubiéramos amado en los atardeceres y en las caricias y acaso menos
en la fuente y en la memoria; perteneceríamos al fragor y a la estrategia
y acaso poco a la tristeza y a la melancolía. Neruda nos parodió un
sendero de huellas, nos escribió versos en los costados y nos hizo aprender a desorientarnos entre las estrellas mas nunca en la consigna de la
lucha. Qué de nosotros se hubiera borrado, qué pisada en la arena última del estío o qué mirada al oscuro tiempo de la noche, nos hubieran
pertenecido sin él; nada sería igual, compañero poeta.
Quítame el pan si quieres, no me quites la risa porque me moriría;
enervado cántico, agitación de lo inerte en un silencio perdurable.
Nosotros creíamos en la poesía otra verdad, creíamos saber del duende
de escribir versos y de tiritar emociones; creíamos en la composición
arquitectónica del soneto, sabíamos alargar, cortar, quitar, emborronar
las páginas con humos de buena conciencia y hubo de llegarnos Neruda,
a quien nunca nos dejaron leer, a meternos por los ojos los ojos, por las
manos las sombras, por las noches la tristeza y desde aquel extraño
entonces los poetas dejamos la hospitalidad de las reglas y nos fuimos a
vertebrar otras formas.
No aquejaba tanto el alma, otoño áureo, que entre sutilidad y media
sabiduría para sacudir de la luz la corta tarde, emanó la nombradía del
poeta al pisado del tiempo y se oyeron por los megas canciones de Isla
Negra, parrandas de mamadre y ternuras de Chile, nos endulzó el sopor
una hernia de versos acogidos, pusimos palmo en las espaldas y arreos
en la razón, hicimos odas a los sonetos sin rima, nos cundió la vida, nos
visitó la bondad del lenguaje y libramos minutos de libertad a pesar del
hedor de afuera. Hubiéramos sido igual de altos y acaso menos solitarios sin Neruda.
Ramón Llanes. (EL CAJÓN DEL SASTRE)
29 Octubre 2014
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