Enumera
los cauces de la bonanza, río
abierto, arriba, donde se perpetúan barrancas
y lisos, donde todo
parece llama, todo
eterno, todo único. Enumera de allí la
nevada, el ardor de las hojas y la hojarasca, cuenta
los zumbidos del tiempo perdido
en la inocencia del brocal y
piensa si perteneces al grito o al eco. Sabrás
que has vuelto de la épica de vivir, al
consuelo, de la página al verso, de
soñar, a gozarte. Nadie, solo tú que mueres, nadie
entenderá que vives. Juremos
que es abril ladera arriba porfidelidad al horizonte, por
hambre de pétalos y arambeles hasta
mermar a quienes suman diferencias,
a quienes se mastican la miel como
una pena. Nadie de ellos es género de
pura tela en el pescante, se quedarán en tierra.
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