MÁS SOBRE NOSOTROS
Cuando la ocasión lo requiere nos hacemos
hueco e inseminamos de nuestra costumbre, posición o ideología en el foro que
cuadre en tal momento. Hablamos de nosotros, de la incredulidad de ayer sobre
el sueldo de los políticos, de la exactitud de nuestro convencimiento sobre
nuestra verdad, de lo inútil de ocupar tanto tiempo trabajando, del imbécil de
turno, de la hipocresía del vecino, de la postura antiética de los intolerantes
o hablamos del partido, del mus, del miedo a la tormenta o de la excesiva
vanidad de un amigo.
Luego seguimos hablando de nosotros y más
de nosotros hasta empezar a notar desatención tertuliana pero insistimos en el
debate, en nuestro posicionamiento ante la adversidad del agua o de la cena,
nunca proponemos actitudes, expresamos imposiciones y señalamos nuestra idea
como valiente y única. Hemos llegado a ello con el saber o con no haber sabido.
A quien dice lo que piensa se le halaga aunque la mayor de las veces sea
incorrecto, imprudente, banal o insulso lo que haya dicho, pero lo dijo y se
creyó que estaba sentando cátedra; se aplaude o se besa a sí mismo.
Consecuencias de la falta de conocimiento y
de la insensatez; y luego para hablar de
los demás empleamos silogismos distintos, fuera de otorgar merecimientos
inventamos improperios. Y seguimos, tan panchos, echándonos las flores para
nosotros. Me ocurrió el sábado.
Ramón Llanes
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