LA CIUDAD DONDE HABITO.
Me
ha tocado en suerte compartir las excelencias de esta ciudad arropada por la
brisa marinera y abierta a todos los mundos. Aquí me hago la vida, la diseño,
la moldeo y la hago feliz. Y como yo muchos onubenses silenciosos que optamos
por la armonía desde la convivencia.
Y me gusta cuando mi ciudad se salpica de colores
por un Rocío y cuando pide Universidad y cuando canta y cuando llora por la
pérdida de un ser querido. Y me gusta que me ciudad pida parques y jardines y
los utilice, y me gusta que luche por mejorar, y me gusta que anime al Recre, y
me gusta que se desviva por mantener las costumbres y que reivindique la paz
social y la paz económica. Y me gusta que mi ciudad sea una ciudad viva, con
tesón, con pulsaciones, con ritmo. Así es la ciudad que desde casi toda la vida
habito y amo.
Quienes desde todos los ángulos la dirigen tienen
que leer la ciudad, aprenderla de memoria, mirar la cara de los ciudadanos y
saber lo que desean; y luego cogerse a ellos y participar en la singladura con
la misma identidad. Y todo para que no se distingan quiénes son dirigentes y
quiénes los dirigidos y para que nunca los de arriba sean enemigos de los de
abajo.
Y no me gusta que a mi ciudad lleguen los dogmáticos
que quieran imponer sus criterios ni que mi ciudad se llene de pestilencias,
petulancias, altivez y otras yerbas. Y no me gusta que se hagan las cosas sin
contar con los ciudadanos o que se les impongan proyectos que nadie desea. Y no
me gusta que en mi ciudad vivan mejor los elegidos que los electores.
Me gusta que mi ciudad siga teniendo el mar por los
costados y la grandeza en el horizonte. Me gusta mi ciudad como es, se le
pueden reparar algunas cosas pero no quiero que me la cambien ni que le
arranquen el alma. Ahí queda, por si vale.
Ramón Llanes
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