RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 28 de mayo de 2024

EXTRAÑOS EN EL PRESENTE

 EXTRAÑOS EN EL PRESENTE

 

         A veces, divagando, quitamos las barreras del tiempo para imaginar cómo se acomodaría a nuestro presente cualquier antepasado extraño que apareciera de pronto en la esfera actual, ésta suministrada por cables, células fotovoltáicas, redes, telefonía móvil y mil inventos más al uso de la evolución que soporta nuestra manera de convivir y a la que estamos compelidos sin remedio.

         Si alguien anterior se asomara, quedaría tan sorprendido de los avances hasta serle difícil o imposible entenderlos. Le explicaríamos con ardor las velocidades que alcanzan los aviones, el progreso con respecto al conocimiento del espacio, las técnicas científicas de los trasplantes de órganos, la versatilidad alcanzada en las comunicaciones; explicaríamos, como si le estuviéramos enseñando otro mundo distinto de aquel en el que vivió, la tecnología industrial, los avanzados progresos sobre inseminación artificial, la praxis tan fundamental

en el desarrollo de la vida; le explicaríamos tantas cosas, tantas cosas nuevas para él, desconocidas en su existencia y que hoy son claves para el desenvolvimiento de la sociedad. Se caería del susto. Todo esto no era previsible.

         Nuestro antepasado, de hace dos siglos atrás, por ejemplo, se encontraría un mundo perfecto, le parecería estar imaginando aquello que no le fue posible soñar, alabaría los sistemas, los logros, la sabiduría de esta actual civilización con tantos adelantos. Y pensaría en la infinidad de comodidades propiciadas por la investigación. Y desearía haberla podido vivir.

         Acaso, antes de volver a desaparecer, preguntara si acabaron las guerras, si dejó de existir el odio, si se avanzó también en equilibrar las desigualdades sociales, si se acabó el hambre; y acaso preguntara si los seres humanos de esta primorosa civilización habían alcanzado la felicidad. Nuestras negativas respuestas le dejarían aún más atónito y le alimentarían las ganas de volver a su  refugio, olvidando este cuento.

 

 

         RAMÓN LLANES 

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