A LOS QUE HIRIÓ EL AMOR.
Y no siempre fue así. Un tiempo
nos trajo sueños, otro tiempo nos dejó sin vida.
En el reino de mis desolaciones me permito creer que estás plenamente en
mí, que estoy plenamente en ti; que la calamidad se ha ido, y la tengo aún
pegada a las manos, que los días cortos pasados al fragor exquisito de tus
besos no son parte de mi recuerdo sino de mi existencia, que la soledad tiene
martirios y compensaciones, que no ocurre más que una angustia solidificada con
un sabor a pastillas de enfermo agobiándome el pecho.
Me permito creer que no se han terminado los jueves contigo y las brisas
vienen a verme, o vendrán de paso para reanimarme con un boca a boca contagioso
y eterno, que soy más que yo cuando el abrazo que me traes justifica los
tiempos de ausencias, que estoy harto de escribir con letras de dolor las cosas
que no te digo, que me haces tanta falta como mis ojos, que no renuncio, no
renuncio, no pierdo el bocado que me toca y llama, el campanario que me avisa,
el miedo que nunca tuve, que el espacio reservado en la estratosfera sigue
vacío con guirnaldas de espera para nosotros, que son muchos los lamentos que
se me escapan, que no es justo vivir así.
Me creo en la absurda obligación de sentirme atado a ti por una cobertura
cómplice que se ha convertido en un amor tangible y perdurable, que la risa
aquella, tuya, cantarina, clara, sincera, fiel y linda, es la música que mis
oídos echan de menos con más fuerza, que tengo espasmos de no respirarte.
Me atrevo a escribirte estas heridas sin esparadrapos porque alguna vez
has de saber cómo me salva cada día de mi naufragio cualquier tormenta húmeda,
cualquier dios sin agallas, cualquier bufón que me cuenta cosas que no me
interesan. Ellos me salvan. Salgo a la superficie y todo el horario se
convierte en una canción de monosonido, latente y de corriente contínua, es el
pensamiento unívoco a ti que me dedico para evitar perecer.
Es amor en toda regla y siempre fue así, y siempre será así aunque los
tiempos pretendan convencerme de lo contrario.
Ramón Llanes.
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