PREGÓN
A LA VIRGEN DEL ROCÍO.
HERMANDAD
DE BONARES.
Para
tí Santa María Salomé, anfitriona esta noche por pertenecerte el
patronazgo de esta cuna y villa, mi primer eco de saludo.
Para
tí Virgen excelsa del Rocío mi saludo amado porque a tí venimos a
desmoronarte en besos.
Para
tí ilustre Hermandad, para tí Presidente, para vosotros todos
miembros de ella, mi mejor parabién, mi respeto.
Para
tí Teresa Dominguez, Hermana Mayor de esta última romería del
siglo, mi consideración como amistad, como enganchadora que has sido
de mi voz a estos elogios benditos.
Para
todos los rocieros de Bonares que componen caminos a través de la
vida, también mis saludos.
Para
las autoridades , para la representación eclesiástica, para los
ciudadanos de este ejemplar pueblo al que tantas cosas me unen y me
agitan, mi solicitud de perdón por atreverme a glosar lo que tanto
está glosado.
Para
tí, amigo presentador que has dejado notar que la amistad tiene aún
secretos insondables que nunca descubriremos y que has dejado bien
claro que lo nuestro es cariño en su acepción más pura, mi abrazo.
Y
para tí calleja triste de Bonares, corchito de Bonares, para tí
calle Salsipuedes, calle Faldriquera, para tí Cruz del Romero del
99, para tí hermana Mayor del Romero, para tí plaza y templete,
para tí calle Larga, para tí Iglesia, para ti espíritu luchador de
Bonares, para todo tú, mi postración, mi fuego admirativo, mis
halagos.
Y
hágase Madre la voluntad del Padre, porque ha caído la última luz
de la última tarde de abril, ha sucumbido el último cartero del sol
de hoy por entre los ocres mandatos de la viña; es la doctrina del
destino en este condado de sarmientos, el remedio, la golosina de los
hombres sumidos en la tierra como consignas.
El
pueblo deja pozo lleno y abierto, constancia y reminiscencias, el
pueblo es la dormida en las rendijas de abril, entre galopes,
zajones, carros y recuerdos.
Admite
Madre que haga acopio de sentires para un soñador que me precediera
no en la palabra del púlpito sí en la devoción, que para él he
hilvanado este pregón porque fue caballero de Rocío, tuyo, de
andar, de espuelas y de brocal de tantas estrellas. Permítanme que
al cabo de 13 años de su eterno sueño rociero en el cielo de la
marisma un inacabado dos de febrero del 86, quiera yo dedicarle
cosillas que le gustaran. A tí noble, leal, rociero y amigo Diego
Martin Camacho,te entrego mi voz como tú me entregaste la amistad.
Y
para tí tímida Tere, por confiarme tus anhelos celestiales, por
tenerme en cuenta. Y para todos los que creen en la Madre, también
para todos.
Henos
aquí Madre del Rocio con pies de peregrinos confiando en un porvenir
de paz que nos acerque al alcalde de carretas para una llevada a las
plantas tuyas de la forma más humilde, con la sencillez aprendida en
las noches de fogatas, en las promesas, en las idas y venidas a ese
fin que eres tú.
Henos
con el poema de la vida en los labios también rezando cuando
arreglamos el caballo, también cuando nos vestimos, también cuando
deshacemos nostalgias, también rezando cuando falta el afecto y
sobran las copas. Henos, distintos, como luminarias insignificantes
en el firmamento de las emociones, pero henos emocionados, cortando
tropezones, inventando concordias. Pero henos también sin saber del
amor, desprovistos de esperanzas, destrozados en el desconsuelo;
henos traviesos, torpes, insolentes, intolerantes y olvidadizos;
henos como hombres, con las miserias de hombres, con las calamidades
de hombres; pero henos hoy, cayéndosenos un hilillo de baba por la
comisura de los labios porque es tiempo de abril y pronto mayo,
cenáculo de tí, alfombra para tantos esfuerzos.
Allá
cuando las calles tornen en monturas las rejas que se aprietan en los
balcones de Bonares un sumidero de volantes trepará los tejados
limpios y alcanzará la semita gloria del Dios que ampara. Abrahán
será padrino, Moisés señor de los pagos, David el predictor, María
del Rocío la bondad. Allá, sembrado mayo de rojo fresón acalorado,
irán niños de chaquetilla corta, sombrerillo, ilusiones, porque ese
día no es de escuela pero sí de reconstrucción de ambiente en
torno a una devoción aprendida. Ellos saben de tercios y cambian
gritos de juegos por alabanzas. Allá por las cruces todas se rezarán
pan y trabajo para las misericordias. Y los más en alturas de años
dejarán las canas desenvolverse por la mirada del pasado, para ellos
será la nostalgia la única sabia que les deshará los agravios.
Otros pulsarán el reloj, cuerdas de prisa, reatas a lo rápido para
antes llegar, si es que alguna vez se llega. Que no es el final el
Corchito pero sí la primera estación de una penitencia de alegría
que a solo tres pasos ha dejado la brizna del tiempo.
Es
mayo por los serones y las acequias, por los campos que se quejan de
soledad, por las palabras que hablen de Rocío, por el perdón del
domingo, por la homilía, por las viandas, por las calderetas; es
mayo, como si mayo no fuera otra cosa que el sitial de todos los
paraísos de Bonares. También Rocío en Mayo y también los cánones
de los siglos, en la Cruz, y también los preámbulos de un susto
divino que es la aparición de la Madre; quizás en el rincón de la
alcoba, quizás en la alacena. La Madre, las dos madres, en sus
reliquias de humanidad, en sus atuendos de divinidad. Para un
descanso la Madre, para un desavío La Madre, para un entuerto La
Madre, para el regazo siempre la Madre. Una Rocío, otra Manuela o
Jeroma o Salomé. Las dos, callejeras y diosas.
Aquí
los colores que bordean las esencias innatas de la celebración que
es comida aparte para los humildes, en este plasma sanguíneo de
Bonares y las consonancias con los matriarcados ya ancestrales. Huele
en la cornisa del mercado a flores de jinetas, en la plaza a dátiles
precipitados, en la arena a impaciencia. Huele a cúspides de
emociones. En grupas se asientan la mitad de los peregrinos, en
ruedas la otra mitad y en la andanza el corazón entero.
Jalea
el Simpecado un tufillo de tierra que arropa y acaricia, y se pega en
el semblante queriendo alzar las caras al delirio, el polvo que trae
al cuerpo el deseo de la partida. Es mayo, como tren de estaciones
infinitas hasta la deidad, desde la deidad, acompañados de profetas,
apóstoles, levitas, escribas, panaderos, mecánicos, transportistas.
Tú, el otro, el sollozo, la casa, el umbral, la cocinera, el
banquero, la tendera. Tú y todos, en una procesión de pluriempleos,
hechos al canasto de amar, de amarse, de repetirse la satisfacción
de la compaña. Que si no es así, la idea vale una mísera mota de
polvo y el resultado solo será una meta de metro y medio. Que ni una
piedra dará menos. El peregrinar es el éxodo a lo indeleble, a lo
espiritual, a lo gozoso. Los peregrinantes, son los humanos
defensores de una religión de adoraciones. En la marisma está el
motivo del camino, del desvelo, una mujer en forma de paloma o una
diosa en forma de mujer. El destino tiene migas de satisfacción, así
lo creemos.
Incluir
aquí la parte que figura en el otro disco.
Ajenos
ahora a los mundanales ajetreos de la vida de afuera, tramito con
vosotros la solicitud de un camino por los sitiales del pinar,
revoleando vuestras añoranzas, acariciando la paz que la madre
naturaleza nos obliga a vivir, burbujeando en el conversar a compás
de trocha y tiempo, haciendo del carro una morada de convivencia,
parando el aliento en la casa del canelo para rebuchetear otros
vinos y picar en la suerte de todos los manjares. Solicito la mueca
en el baile de dos rocieras de pocos años, un cante reinador del
aire, una plegaria.
Y
llegar mil veces a Ella, y volver mil veces de Ella, y estancarnos
mil veces en Ella y aportar hasta los últimos extremos las cuentas
de atrás y de adelante. Entiendo el mensaje de los refugios en las
horas lozanas del peregrinaje cuando los pasos son razones de vida y
acompañamiento. Un hombre que rezará en la arena, otro en la jaca,
aquel en la fusta. Una mujer con la flor en el pelo, otra con rezos
en la pandereta, aquella con los labios alegres. La oración es bien
común en los ojos que anidan los “rocíos” y que se ennoblecen
de tantos devenires.
Soy
el torpe rezador que tú esperabas,
heme
con la piel de la marisma
pausado
en prisas,
pendiente
de cualquier gesto que me llegue.
Soy
el desapercibido número equis
de
los mundos,
nadie
siquiera tú y los míos me conocen.
Aquel
de los gastados,
primer
semblante de sorpresa,
es
mi arena primigenia otra de más “jondura”,
aquel
que llega,
le
pongo acento al estribo que me llevo,
¿me
hacía falta?.
Te
nombro, te nombro, te nombro,
anuncio
mi soledad con un equipaje de dos mil
peregrinos,
te hago un pregón
que
ellos me dictan.
Aquí
ni pecadores ni santos,
gentes
normales, de a pié, de la vida diaria,
hechos
al cansancio y al placer,
confabulados
para convencerte de nuestra devoción,
con
límites humanos que tú comprendes,
con
concesiones divinas que tú ofreces.
Nuestra
respuesta es la súplica
desde
antes de salir del Corchito
hasta
después de llegar al Corchito,
una
de esa oraciones sencillas
que
nunca llegarán a escribirse en los libros,
una
oración casi chapurreada,
casi
con hipo,
casi
a lágrima viva,
una
oración múltiple, de Bonares,
una
oración de cada uno solo.
Aquí
buscadores de creencias,
creyentes
por antonomasia ,por tradición,
iniciadores
en la sublimidad de coger la mochila
y
echar a andar,
principiantes
en los rezos.
Aquí
todos, tiernamente metidos en la consigna
del
hermanamiento, de tu maternidad,
y
extendemos la ternura,
montamos
a la grupa del credo, Tú eres el credo,
nos
acurrucamos en la doctrina del amor,
por
tí, por la tierra, por los hombres, por todos,
por
todos los todos de la humana estirpe, por todos los nosotros y los
ellos y los de más allá.
Somos
ya glóbulos rojos ganados a la estepa de eucaliptos
junto
al reino de una retama amarilla;
dejamos
una imperceptible huella de zapatos,
intentamos
dejar otra esperanza;
nunca
para ser restituidos postreramente,
sí
para coadyudar al imperio divino de Rocío.
Cada
cual y todos, Madre,
como
piñas, como seres únicos,
cada
uno a su forma,
todos
los que aprendimos juntos
el
presente que te ofrecemos
el
futuro que deseamos.
Aquí,
Rocío, en esta mendiga plegaria de novato
como
súplica a la incorporación de tu nombre,
para
asumir el primer venero
de
la fuerza marismeña,
con
la paz en los “reaños”,
con
la verdad buscada, con el son abierto,
con
el viento aliado,
con
las manos en un “mi menor” de guitarra,
en
la senda nueva de los rocieros.
Tiempo
detente
que
es tan grande el consuelo
que
mi alma siente,
que
duren mis anhelos
eternamente.
Y
caerán las tardes amarillas
por
el frente que da al río
y
anunciarán mañanas en balcones
con
rejas y bruces de caballos.
Sabor
de un Bonares misterioso
enfrascado
en lumbres de aromas, enumeración
penúltima
de los recuerdos
que
dejaran los cascos en la huella
que
hiere la alfombra gris del suelo
por
los pasillos adoquinados del vivir.
Y
morirán días sin precio,
que
nunca serán los elegidos,
morirán,para
nacer zurriagos y cornucopias.
Solo
pasar por aquí habrá sido el premio del día.
Y
se restregarán los compromisos,
nada
igual, todo ajeno,
nuevo
todo, recién estrenado.
Bonares
estrena alba, mediodía,
atardecer,
emociones.
La
Hermandad estrena novia Mayor
y
se despierta Tere de un sueño de niña,
agradeciendo,
agradeciendo;
no
sabía otra manera de servir y entregarse;
los
romeros estrenan también camisa y pronósticos;
el
campo estrena paciencia
y
una sequedad inoportuna, que se adelanta;
estrena
trote la jaca, para lucirse;
estrena
mirada el peregrino, oración nueva,
petición
distinta, ofrenda.
Y
Bonares estrena su complicidad,
estrena
umbrales de reposo
y
le pone a todo guinda de consentimiento.
Es
la conspiración de la pureza con el medio,
con
la cal, con los semblantes;
del
medio con la fe;
de
la fe con el hombre;
del
hombre con Ella.
Complicidad
que se estrena
desde
el ardor al descanso
en
apuntes de magnitud.
Es
la voz de la sangre, que llama,
que
atosiga;
la
voz como empuje del credo mudo
que
enloquece.
Ha
tocado a Bonares,
en
esta fiesta de un más allá
con
nombre de Rocío,
sin
precio a esta bula de privilegios.
Hágase
ya el día, Señora,
hágase
la luz al capricho de romeros,
hágase
la mañana descalza de soberbias,
el
brinco del potro, hágase;
háganse
los pasos, las carretas, los vinos,
hágase
el cuerpo a este crepitar de celos de marisma,
hágase
lo de más ,Señora,
lo
soñado, lo esencial, lo ganado,
hágase
todo a esta suma
de
Hermandad, de Hermana , de hermanos,
de
rocieros, de hombres, de mujeres,
que
sea como estrenar Bonres una Gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario