MANOLO CADENAS
Para mi amigo Manolo Cadenas
con todo afecto, a pesar del tiempo
transcurrido desde aquel día.
Cincuenta
y ocho años es solo casi media vida y se te fue de las manos como un
suspiro, haciéndote tú a la idea de los próximos capítulos como
si nada de eso fuera contigo. Imagino que te habrán quedado muchos
relatos por terminar, muchas partes de tu “pico del halcón”,
mucha investigación aún sobre Tartessos y sobre todo mucha entrega
dentro, muchas ganas de seguir compartiendo vida y mucho de todo.
Quienes
se aventuren a decir que todo ha terminado para Manolo Cadenas
desconocen la prolongación de la existencia y tienen poca
experiencia en esto. Aparte de términos religiosos o dogmas a creer,
tú sabes que el baúl que dejas tan repleto de emociones y escritos
son también signos inequívocos de vida y quizás ahora conozcamos
al Manolo tímido y reflexivo que nunca muchos tuvieron ocasión de
hallar.
De ahí
que la despedida sea corta como los adioses con prisa y que los tuyos
te tengan como el mes pasado o como siempre. Es así Manolo, no puede
tener otro remedio u otra consecuencia. Qué curioso ¿verdad?, de la
vida a la muerte y de la muerte a la vida. O será que nunca se muere
uno del todo.
Y conste
que me resultó raro que tú fueras el óbito. Precisamente tú que
nunca lo habías querido, que nunca te lo habías propuesto y que
nunca te dio por alardear de protagonismo ante tan ritual tontería.
Y conste también que intentamos disminuir el dolor a los tuyos,
estuvimos un manojo bueno de los amigos que creímos en ti, algunos
conocidos y nadie que te odiara. No concebí aquello como una
despedida eterna, ya te lo dije, me pareció que te encontraríamos
en cualquier lugar de Huelva, mañana, o pasado en Tharsis con
perdices de reclamo o cuidador de canarios o en alguna rendija de las
que gozabas.
Morirse
nunca estará de moda, Manolo, por eso nos coges descuidados y nos
sorprendes. O quizás se va perdiendo también la moda de vivir o es
que nos estamos acostumbrando a las medianías, eso de medio vivir,
medio morir. Pero te has llevado un sinfín de paisajes tuyos, las
verdades tuyas y las ternuras, los abrazos, las armonías de tus
palabras cuando se entendían y cuando se dudaban, las pasiones por
tus cosas más amadas y por tus seres más queridos.
Pero
aparte de todo te confieso que te admiro por tu globalidad. Incluso
confieso que te tengo por hombre de buena voluntad y que allá
quienes no hayan podido o no hayan querido llegar a esta conclusión,
aunque creo que no es lo más importante. No es mala suerte, Manolo,
que te hayas ido; sería peor que lo hubieras hecho para siempre. Un
abrazo.
Ramón Llanes 19-7-98
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