PREGÓN A LA CRUZ DEL LLANO
ALMONASTER.
Venerada
Cruz del Llano, Junta Directiva, Mayordomos, Diputados, Alcalde, Autoridades,
Gentes de Almonaster, llaneros todos, buenas noches, agradecidas noches.
Llegó
el Pregonero con su hatillo de ilusiones vivas, sus emociones en los labios,
sus sandalias, la prenda de su alma, su capacidad de sorprendido, a esta tierra
alta y noble tan hecha a la hospitalidad, y se hizo voz de salto en salto,
queriendo emular oraciones a los hombres del lugar, a las mujeres de corazón
inquieto, a los niños de las miradas fijas y a las niñas coquetonas y guapas.
Llegó el Pregonero a que se le ocupara la memoria con una sensación nueva para
tenerla siempre en uno de esos huecos libres que aún le quedan en el
pensamiento. Y llegó sin saber emitir palabra o perfume que fuera de alabanza
para su misión en la Cruz del Llano.
Era
una tarde de abril con lluvia y cansancio, una de esas tardes que se recuerdan
por el ruido del agua y la cara mojada. Se abrió Almonaster y le puso su palio
de acogida, luego, el Llano le brindó un lugar para el primer cobijo. Y en esa
tarde de color triste el Pregonero llenó una alforja con flores de papel y
palabras de llaneros, algunos pestiños, tortas del cura, bartolos, matas de
chubarba y pureza de ojos de quienes le atendieron. Y se marchó al lugar de su
nacencia para hacer acopio de esta nueva vivencia y diseñarla en el Pregón, a
su modo.
Y el
Pregonero no sabe escribir este Pregón y busca otra manera, y le da vueltas a
su pensamiento y altera su sueño para crear una inspiración y le viene una musa
con aires dulces y le susurra la mejor de las fórmulas. Y acude, como indica la
musa, a los hombres, a las mujeres, a los niños, a las niñas, a las gentes del
Llano para que ellos le escriban el Pregón. Y ellos, vosotros, llaneros de
costado y vida habéis escrito este Pregón al que yo me permito añadirle el
timbre de mi voz limpia y emocionada, con la máxima dignidad.
Ha
venido Antoñito Gómez, resplandeciente, alegre, dispuesto; se ha colocado a la
vera de la Cruz; es miércoles, día de la ensalada, sus gentes desmontan y traen
lechuga, pan migao, tocino, jamón de la tierra, chorizos y condumio. A todos se
les nota la nostalgia en los ojos y una paz disimilada les recorre las sienes,
los niños reciben la Mayordomía entre el alborozo. Y se canta al regocijo, a la
vida, a la sonrisa inquieta que no paró ni un momento, a las cosas que fueron y
que serán. Antoñito me lo cuenta al oído y me dice que pregone esta estampa del
Llano. Y la pregono. ¡Mira los niños¡, ¡mira los más viejos poniéndole
añoranzas al tiempo¡. Se respira un aire solemne aún, parece que nada ha
terminado o será que nada ha comenzado , o será que el tiempo es lo de menos en
estas ocasiones. El se recrea, lanza sus vivas, sigue teniendo ilusiones en el alma y muchos reclamos en la memoria. Nos
miramos, me cuenta más cosas, muchas más; Está a mi lado, al vuestro; recoge
los cacharros, sirve a todos, ayuda. Está aquí, siempre estuvo aquí, la
eternidad también forma parte de la vida.
Y me apunta una plegaria:
¡Ay bendita Cruz del Llano¡
en ti gané la esperanza,
en ti soñadora fui
de sueños, de realidades
guardadas,
en ti mi Cruz me sostuve
día a día, año a año,
en ti, oraciones largas
en tardes de primavera
junto al romero que adorna
las matas de la chubarba.
¡Ay bendita Cruz del Llano¡,
por qué se van las personas
a las cruces más lejanas
y sin voces del antaño
se queda la luz que abrasa
los corazones tranquilos
de esta tierra,
de esta costumbre de paz que
alcanza
los ojos tristes y los
alegres
los cansa
de la alegría limpia,
tan limpia como las aguas
que recorren los barrancos
de este lar, de estas casas.
No permitas ,Cruz del Llano,
que las miradas se vayan,
ni las voces, ni los
hombres,
ni las chiquillas, ni los
sueños
que se quedan en mayo
en las luces de este alba.
Haz, que para marcharse,
nunca sea, el adiós hoy
y siempre sea el adiós
quizás mañana.
Y
así, Antoñito Gómez cerró su última lágrima alegre y se quedó en los silencios
de la tarde de un miércoles llanero, mientras sus gentes recogían los trastos y
comenzaban a amasar fuerzas para la primavera próxima. Y Antoñito tenía mil
pregones más para decirlos, vivencias amontonadas en los recuerdos y atenciones
para dar y tomar, pero me quedó este mensaje de grandeza para vosotros,
con el corazón entre los labios.
Cuando
todo había terminado y La Tenería mostraba su color de tristeza, sonó un cohete
en aquel aire, haciendo temblar la Mezquita y correr a esconderse los perros
que rompían el sosiego con el ladrar febril y las peleas amorosas. Sonó el
cohete poderoso de Manolillo el Aserrador, anunciando la Gira. Se me acercó con
la yesca entre los dedos para ver salir el gentío y me dijo su pregón del
martes, no sin antes observar el lugar exacto a donde se dirigían las varas
apagadas y remediar con sus gritos las imprudencias de los niños que salían a
su encuentro.
Martes
de la Gira, me dice. Y me lo cuenta sorprendido como si para él fuese la
primera vez o fuese la última. Devenir de jóvenes y mayores por la era de la
cuesta y fandangos de amor y desamor en la fuente del venero. Comitiva por el
pueblo, calle Real y hasta El Llano, con un son constante de treinta panderetas
enfiladas de tres en tres, y coplas y más coplas y vino y convivencia y
algarabía y bienestar y un sinfín de adjetivos que mejor se palpan que se ven.
Manolillo
ha roto la tristeza, faltaba la Gira, faltaba cantar el romero, faltaba
entregar la bandera delante de la Cruz y acompañar a la nueva Mayordoma a su
casa. Casi todo faltaba aún y Manolillo seguía poniendo música de cohetes al
rebulicio y a las calles. De aquí para allá, los llaneros respiran y viven, van
y vienen, siguen con admiración y orden a un cortejo precioso de mujeres y
surge la mujer nueva, la nueva Mayordoma, elegante y bella como ha de ser. Y
con el acompañamiento del cohete me susurra este fandango:
Al pie de una Cruz juré
de no volverte a mirar
fue tan grande mi querer
que tuve que quebrantar
el juramento que eché.
Manolillo
se me ha perdido, intento buscarle, mirada en alto y solo soy capaz de entender
donde se encuentra por el sonido de los cohetes. De la calle Capuchino parece
que vienen los humos tibios y el ruido. Y no vuelvo a verlo, con el avance de
la noche, Manolillo y sus cohetes resuenan cada vez más lejos hasta que se
pierde el último sonido y se me queda su voz limpia y nerviosa contándome
relatos y ceremonias de este martes que se va camino arriba, como él.
Escucha mi voz que ronda
las esquinas de tu calle,
despierta llanera hermosa
que no se entere tu madre
que sueñas con nuestras
cosas.
Este
fandango me lo dejó medio escrito en una servilleta de papel entregándome una
sonrisilla guasona y detrás, otro cohete.
Cuando
el martes duerme sus quimeras y soledades otra vez parece que todo ha terminado
y el mundo se queda sin pálpito y el Llano es un tren de vuelta que camina por
raíles encendidos, pregonando lo que falta por llegar. Los niños se encargan de
avisar que el comienzo se otea en los vagones de la parte delantera, en un
horizonte cercano que casi se huele y se mastica. ¡Allá viene el Lunes¡,
-gritan los niños- y todos miran el espacio cuando las calles se presentan con
vestido nuevo y el cansancio no hace mellas.
Por
fin, el tren nos apea en la estación del lunes. Todo está inmaculadamente
dispuesto.
Qué
tendrán los niños este día?, qué inquietud se les agolpa en las miradas?. En el
Llano, la Cruz, sigue simbolizando la armonía cristiana y la referencia exacta
al culto. A Ella se mantiene agarrada la misión de plegaria de todas las gentes
que la adoran. A Ella van los niños entre travesura y travesura y en Ella
convienen la paz quienes así la diseñan.
Es
lunes, desde los corrales hasta los tejados y el sol empieza a amarillear los
contornos, pero ya los niños, que se ven hombres por un día, han despertado a
los gallos y empujan a la prisa para que se les tengan en cuenta. Ellos gritan
sin soberbia y rehacen su deseo; quieren entrar en la búsqueda de un origen que
les pertenece, se aprietan la impaciencia para que no les dañe los nervios y
presentan caras suculentas cargadas de ingenuidad mientras escuchan los mil
consejos de los padres. La ceremonia tiene el mismo rango de mañana domingo y
solo la capacidad de ellos les llevará ante la Cruz, con la misma voz, con
idéntica tonalidad, con las coplas saliendo al aire.
Alguien
les advierte la importancia y les transmite el último entusiasmo, es Carmen la
Rubia, que no se les aparta y se mueve con ellos. Es Carmen y son otras tantas
mujeres que solo andando escriben un pregón de vida tan importante como un
sueño incumplido.
Al
pie de la infantil comitiva Carmen me insinúa los pormenores de este ritual. –Siempre
me hacen disfrutar, los dichosos niños. Y siempre se me escapan las lágrimas,
sin poder evitarlo. De ellos es el futuro y por eso están aquí, echándole
fuerza a su capacidad; y pueden ¡vaya si pueden¡.
Carmen me
ha dejado con la miel en los labios, se me pierde en la sensación que pregona,
se va junto a su Cruz llanera a pedir no sé qué, se estremece, la miro y la
dejo. Luego todo es un resplandor tan ardiente que no me permite seguirla.
Estoy, así en ese pensamiento mientras suena la campana que anuncia otra
partida de este tren crucero que no quiere despedidas. Y se me van los
movimientos del lunes, sin un adiós, cuando la luna se asoma egregia por el
Romo y otea las sombras sin herirlas de este Almonaster que se alterna entre
melancolía y emociones.
Mujeres de Almonaster
devotas mujeres de la Cruz
del Llano
reliquias que los tiempos
han dejado
tesoro, siempre tesoro,
mujer.
Carmen, Pepa, Juana
intimidad y constancia,
mujer alegre, noble
mujer libre y abnegada.
A ti, mujer, puerta y
entrada,
orden, paz y bientenida,
amada mujer, la bienamada,
piedra de toque y consuelo,
ternura, luz, esperanza,
calidad, bien, espejo
para mirar y mirarse
para estar y confortarse
para sentir el consuelo.
Llaneras de Almonaster
chubarba, flor y cadencia,
parpadeo, mirada,
añeja, joven y estampa
de los días alargados
y los días que se escapan
por las rendijas del tiempo
y en la Cruz de su Llano
desde su pasión, se alargan.
Mujeres,
sea mi canto,
la voz que el pueblo te
canta.
El
eco de las coplas sigue repicando al son de las ruedas virtuosas del tren que
busca estación de domingo. La marcha es ligera y armoniosa, placentera y fugaz;
la victoria está cada vez más cerca, al otro lado de la Cruz, en una chubarba
bendecida por el viento azul de la tarde noche y tocada con las manos de un
Salvador que se aquieta a este símbolo de sosiego.
Y el
tren se tranquiliza y disminuye su fuerza al trinar de la luz primera del
domingo. Todo es domingo, donde no existe más luminosidad que en este universo
quieto, como si toda la luz estuviera en un único tarro. Amanece con la
predicación de los sueños aún en los ojos y las entrañas dispuestas al gozo, a
ese gozo de convivir que aquí se inventa y se moldea a modo de flores, dulces,
panderetas y canciones. Han llegado al domingo todos los trenes de la historia
y todos los llaneros que la vivieron y entonces el Llano es un espacio infinito
propicio para caber y propicio para consolidar el culto a la Santa Cruz desde el
misterio hasta la realidad. Y toda la historia cabe en este espacio, y es
domingo y se escucha la voz insigne de Carmela Rioja poniéndole golosinas al
aire en un pentagrama de miel y melodías. Su pregón vuelve a escribirlo y lo
entona y me presta los ojos para mirarlo. Romero arriba saliendo del Llano y
las serranas en unión cortejan el séquito, de dos en dos.
Se
acoplan los mayordomos en la pleitesía que las serranas le ofrecen para volver
al Llano entre los ramos de romero y rosas que los diputados cogerán para la
ofrenda a la Cruz.
Mayordoma de la Cruz
ahí lo tienes parado
en la era de la cuesta
montadito en su caballo.
Mayordomo de la Cruz
acércate a la bandera
porque ya viene cansada
la pobre, tu compañera.
Las coplas
son glosas de alabanza, conspiración de todos y eco unánime tan homogéneo como
fiel. La copla es el nexo que une las palabras y los corazones.
El que lleva la bandera
el alcalde lo prendió
pero primero prendieron
a aquel que en la Cruz
murió.
Carmela
Rioja está presente y sigue la armonía del séquito que desde la era de la
cuesta dirige su caminar a la calle La Fuente sumidos en el máximo respeto,
consumiendo las tres vueltas y la ofrenda del romero que realiza el mayordomo.
Con el sol tocando las frentes y la escasa brisa en los párpados, la comitiva
se extiende y deja su huella en la recepción del Ayuntamiento y la iglesia.
Comienzan a
arder los sentimientos por si acaso aún no estuvieran en su máxima expresión.
Arde el templo y se siente el escalofrío en la piel- me dice Carmela.
El sonido
fuerte y laíno del tamboril insinúa un silencio alegre y la emoción se nota
subiendo a raudales por las miradas de los presentes y caen lágrimas y se
suceden los rezos y las plegarias sentidas. El momento es especialmente
intenso, se palpa un hálito de esperanza y se olvidan pesares y solo se piensa
en adorar a la Cruz, como principio y fin de un proceso común de todas las
gentes del Llano. Al colocar la Mayordoma el romero en el altar simboliza la
entrega y fervor de los habitantes que se precian ser llaneros.
De rodillas le pedimos
a la Santísima Cruz
pa que a todos los hermanos
le conceda la salud.
Otra vez
volver al Llano, siguiendo el ritual de las tres vueltas, la colocación de las
panderetas y los mayordomos para dar inicio a los fandangos que entre los Vivas
y las expresiones de alegría forman una blonda hermosa de estancia y vivencia,
difícilmente olvidable.
Carmela
Rioja sigue viviendo su pregón con la intensidad de las personas cálidas y
emotivas. También es momento para recordar y se vienen a la memoria los
llaneros de siempre, aquellos que dejaron una huella indeleble de entrega y
devoción y que vuelven a estar en el Llano como si el tiempo lo hubiera querido
y la historia lo permitiera. Concha la de Amador se acerca a besar a Vanesa, su
nieta. El cohetero que imprimiera carácter, Maria Pepa la del casino, Mercedes
Barrera, Guerrero, Las Bolañas, Tomasito el de la Munda. Todos están sin
haberse perdido ni un ápice siquiera de los ritos, las coplas, las emociones y
el entusiasmo de sus llaneros. Ese tren que nunca acaba de llevarse del todo
los buenos recuerdos y las buenas gentes y que trae a nuestro placer los seres
que requerimos en los días importantes, ha puesto en su lugar de origen a cada
uno de ellos, sin necesidad de milagros. Ellos forman parte de este entarimado
hermoso hecho de romero y mezclado con flores, chubarba y manos hacendosas.
Almonaster es un rosal
de primavera y verano
todas las rosas que da,
pa la Santa Cruz del Llano.
Almonaster la Real
Mezquita, puente romano,
la Ceña, la Tenería
y la Santa Cruz del Llano.
Llano
y Almonaster, semillas de una misma flor que dieran excelsos ciudadanos, que
aportaran al mundo innumerables páginas de costumbres y alegorías, de sapiencia
y convivencia, ahora llaman a seguir que el trecho es corto pero es preciso
recorrerlo antes que otras luces del alba se nos caigan encima sin remedio. En
ese tren de la vida nueva y la vida antigua, chirriando los hierros de la vía,
se embarcan las ilusiones para llevarlas a la estación sábado que supone otro
término de placeres alcanzables. El maquinista es el propio tiempo, el humo es
la plegaria, la máquina es el pensamiento que nos lleva a todas partes, el
espíritu del tren es el Llano entero con sus gestos, sus canciones, su
fogosidad, su Cruz. Es el Llano ese altar que recoge los sentimientos
universales y los estrecha y los envuelve en el cobijo que nunca acabará en
esta efemérides y será, habrá de ser, referencia para generaciones venideras,
santo y seña de cómo es la vida aquí, toda la vida hecha Llano y todo el Llano
hecho vida, guardado por Los Recueros, Capuchino, Cervantes, La Torre y
adornado por las caras siempre consoladoras de sus gentes abiertas. Es el Llano
un sagrario donde se hacinan también el impulso y los alientos.
Y
vuelve a amanecer presentándose un sábado puro con la consigna en las horas y
el olor en las calles. Tiene que contarme Ricardo el carpintero el prolegómeno
de esta celebración. Hablamos de los preparativos para configurar poéticamente
la tarde de las flores, habían quedado cortados los 4 pinos y las ramas de los
chopos y como un palio natural entran bajo ellas todo el séquito y la Mayordoma
empieza a adquirir notoriedad. Es Vanesa Romero Expósito quien ostenta el
privilegio que le donara la comunidad. Y siempre ha de ser así, chica joven,
necesariamente soltera, que con su mayordomo Antonio Sánchez Antonio, formará
la cabeza del cortejo. Y también han de ser las coplas, como siempre.
De entre pinares y abrojos
descalzo me atrevo a entrar
pa juntarte los enojos
y volver a tu amistad
hechicera de mis ojos.
Cánticos y
paseo por el pueblo, visita a la Cruz de la Fuente como cortesía de costumbre y
vestida de la Cruz del Llano sobre las 7 , con las flores de papel de seda y la
chubarba; los 4 pinos, el sudario, los cuadros, las guirnaldas, el Cristo de
Velázquez, la Piedad, la Eucaristía, la Inmaculada, colocados todos en el mismo
sitio; la peana, el altar, adornado con paño de hilo de oro y croché y un
frontal de terciopelo bordado también en oro con piedras verdes; la alfombra
delante y los jarros y las flores alrededor, sin faltar para la comitiva el
chocolate, los roscos, los pestiños, bartolos y tortas del cura.
La
misa conjunta llevada la Cruz por gentes de las dos cruces supone ese matiz de
hermandad que reina. Luego el romero ya con las chicas vestidas de serrana, con
las medias de cuchilla, la enagua blanca, zapatos negros, enagua de lista azul
oscura, blanca o negra, el cordón rojo de hilo hecho a mano y el resto de los
tesoros que se resaltan con el lazo de cuadros al lado izquierdo y el doble
lazo en el pelo. El adorno del crucifijo, los zarcillos, el alfiler y el mantón
de manila le dan esa belleza inculcada por los siglos pero con vigencia
estética inigualable.
El
sábado acabará su jornada entre el alborozo, se vuela, se disfruta y se suceden
los signos de sensibilidad- me lo han contado.
Entre
todos, me presentan a las personas llaneras y sobradamente integradas en la
devoción a la Cruz y con su simbiosis eterna con todo lo que huela a Llano. Por
vosotros he conocido a Manolillo el Aserrador, a Carmela Rioja, a Doña Paula y
Doña Dolores González, a Tomasito el de la Munda y a tantos otros. Ellos y
vosotros me transmitid vuestro pregonario, que va más allá de la lírica porque
se acerca a lo espiritual, lo sublime.
Antes
que todo sea un recuerdo imborrable, el tren nos deja en la estación del
viernes donde ahora estamos. Un neófito de vivencias se sube al estrado para
pronunciar un Pregón que le escribieron los ojos de los llaneros y las manos
agradables y pulcras del Salvador que permanece en la Cruz. La voz a este canto
lírico es mi pobre aportación, con la intención de haber llevado hasta vuestros
corazones una pizca más de vuestra propia identidad.
Ya se
vislumbra el espacio completo que tenéis delante para diseñar este año de Cruz
del Llano para esa historia que escribís hasta con los pensamientos. Vivid,
respirad con la alegría de ser sus únicos protagonistas. Que para Vanesa y
Antonio, para el tamborilero, para las serranas, para las pandereteras, para la
chubarba, para el charco de la olla, para el Romo, para todos los llaneros,
para todos, sea el preludio de un amanecer nuevo y exuberante, como primordial
en la vida de esta comunidad protegida por una mezquita ancestral y tesoro de
cuantos amáis este ámbito, estas piedras, estas calles, estas costumbres.
Vivid con el alma llena,
con el corazón preñado
en recta parsimonia
con este rumor floreado,
vivid a la par que marcan
los anhelos
de una Cruz que sirve de
soporte
en ese altar del alma
donde se hacen más grandes
los sueños,
vivid, como es costumbre,
con el apego al rito de
quererse,
con la solicitud al tiempo
de pertenecer
incondicionales
a la esperanza,
a esa ilusión que llega en
los momentos
dulces de la adoración
sirviendo de contraste
con el pesar y cansancio
de los días más severos,
vivid con las manos puestas
en la vida,
con los ojos agarrados al
paisaje
y los pies entre la tierra y
el cielo,
vivid y haced vivir la
fiesta
al unísono, como siempre,
como colofón, como eterno
el proceder y como os manda
la complacencia de una flor
en este Llano tan inmenso
de capacidad y armonía
de algarabía y silencio,
vivid,
y los que vengan
se embriaguen con suerte
de este olor,
vivid llaneros.
La última
estación de este tren de ilusiones se hace en una realidad soñada que se
cumple. Es viernes, que se acaba con el anochecer de mayo. Pero el tren da tres
vueltas a la Cruz y se pone mirando hacia atrás con ganas locas de rememorar el
camino. El maquinista se lanza a la aventura de volver y mañana parará en la
estación sábado y la Cruz del Llano será un hervidero de sonrisas y se
cumplirán los pronósticos para que las vías no se estrechen y la vida se
suspenda en estas jornadas de fiesta con la luna en plenitud.
Cuando todo haya
comenzado, el susurro será la razón
de las cosas
grandes que se cuentan casi en silencio,
la era de la
cuesta parecerá un escenario de gloria
y los
empedrados, nubes grises de primavera.
El desasosiego
andará matas abajo hasta el trecho
consolador de
los pagos del Llano,
entonces se oirá
un canto alargado de voces ardorosas
que trinarán a
un son verde
y los tejados se
cansarán de mirar a las mujeres,
y los hombres se
enamorarán.
Cuando todo haya
comenzado, es hoy,
es el cohete
quien primero se viste
y arde en las
manos con ganas de volar.
Hoy comienza
esta parte del tiempo
y los cantos que
rondan poemas
por barrancos y
tejados, encinas viejas y solanas.
Hoy comienza el
otro sueño de la vida
que ha venido a
respetar la historia guardada del Llano,
en versos
ocultos que solo se hacen aire
al lado de la
Cruz que le abarca.
Ahora empieza el
colofón y todo será colofón
y todo tendrá su
paraíso pequeño
donde agolpar
los sabores y fragancias.
Cuando todo
comienza viene un aire limpio
a consolar los
recuerdos de siempre
y el aire
quedará pegado en la piel
y la piel en las
emociones
y las emociones
en la historia nueva.
Y comenzar será
partir
y llegar será un
ensayo para volver a partir.
Cuando todo
comience es el hoy del venero
en una Cruz de
amores.
Comenzar y
llenarse, vaciarse y volverse a llenar. Y llenar los sitios que nunca
estuvieron vacíos y llenar el cuerpo de repeluzcos y seguir contrayendo los
compromisos de sensaciones sin necesidad de planteárselo. Y que el eco de esa
maravillosa siembra quede temblando siempre en el alma.
Los espacios
sobrados,
las tardes de
creencias,
los días
ganados,
los sabores de
lo nuevo,
el tren de la
vida empujando,
los sitios que
amamos,
la canción de la
amistad,
los secretos,
los recuerdos, los abrazos,
el sacho y la
cuerda
y entablar
conversaciones con la memoria
y traerla al
Llano,
devolver al
espacio lo que es suyo,
rezar en canto,
soñar que es
imaginable el gusto por vivir
por tanto
enfrascarse
en las cosas que
son su regalo,
y devolverle al
corazón lo suyo,
la savia del
elogio
y la emoción de
lo ganado,
y empezar,
empezar,
con un día más,
un año más,
otro calendario,
otra Cruz
bendita en la mirada
y un horizonte
tan sencillo y grande
como el Llano
.
Asi
escribieron los llaneros este pregón con la tinta de su arraigo a la tierra que
les magnifica la existencia. Así le puse la voz más digna que encontré en mis
adentros. Gracias por permitírmelo.
Me
queda, eso sí, gritar con vosotros, los que estáis en cuerpo y alma y los que
están solo en alma: VIVA LA CRUZ DEL LLANO.
Ramón Llanes Domínguez. 3.05.02.
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