EL
BAILE DE LOS JUEVES
Las
tardes de los jueves enmiendan los estremecimientos de quienes han
superado la edad de enamorarse. La orquesta insinúa un clamor de
música y el gremio de soledades se junta en un vaivén de medio
esperanza soñando con bailar para la vida aquello que aún queda de
fuerza y ensoñación en las mismas entrañas. Se cree plenamente
mujer y viene a buscar la mano ardiente de una compañía. O se cree
hombre en plenitud y se acerca para bucear en unos ojos calmos un
consuelo que evite su solitario mundo de rutina.
Una
vez allí, -las tardes de los jueves-, el baile se encarga de
empequeñecer la timidez y agrandar las necesidades, y los hombres
sacan la luz de su querencia, se atavían del valor perdido e invitan
al abrazo a quien al otro lado del salón espera sonriente su
llegada. La palabra les devuelve al mundo real, se cruzan el mirar
limpio, se aniñan los modos y comienzan a restregarse los pies por
las baldosas oscuras del hogar de mayores que acoge esta cálida
concurrencia con la capacidad puesta en el ambiente.
La
música suena inquebrantable, como un aviso, hasta que las citas se
ajustan para el próximo jueves y las manos comienzan a rozarse en
una liturgia de novedad, la primera vez, con los nervios puestos, con
el pudor notándose, con la inquietud de los años mozos y con el
malabarismo de la entrega susurrando cada pensamiento.
Los
transeúntes que discurren anónimos por la calle botica ya no
extrañan que los mayores quieran volver a querer para librarse de
todas las soledades y para saberse merecedores de generar atracción
y se quedan perplejos de la ternura que irradia el baile de los
jueves.
Ramón
Llanes. 27.11.2013.
Publicado en huelvabuenasnoticias.com
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