COSAS
QUE SOLO PASAN EN VERANO
La
sombra no ha podido pasar de largo y se acuesta entre sábanas de
cartón a la luz de la oscuridad que ofrece un rincón cualquiera. Se
ha caído la persiana del dormitorio, se cuela un murmullo de
claridad que impide dormir a gusto, el escenario de anoche tenía
pocas luces y los niños no pudieron disfrutar de los payasos, la mar
desprende esa magnitud del universo que se nota al mirarla, el sofoco
invita a tomar el fresco en las puertas de la madrugada donde hasta
los silencios parecen rondar las ventanas despiertas.
El
niño quedó dormido en los brazos de la abuela y el despertador se
ha puesto zapatos de cansancio, como los sapos del charco, como la
luciérnaga en sus ratos de sombras. Hay una verdad que hace volar
las estrellas en su tiempo, empiezan a estar exquisitos los tomates y
la tarde se va poniendo loca de atar en los tornasoles que iluminan
los parajes bajos de los pueblos que ponen su longitud de atención a
las distracciones del crepúsculo. ¡Qué intensa la calentura, qué
soporífera gratitud!. Han puesto guirnaldas de fiesta al árbol de
la plaza, los niños corretean los lados queriendo romperle la altura
y las madres juzgan el calor que aprieta.
Parece
todo blanco en las ideas, todo coloreado en los sueños destinados a
la realidad después de haberse tragado caldos de alucinógenos,
prende una calma usual que no se distancia del entrenamiento libre y
es un verano pasional por los sucesos no acaecidos y por la
insurgente crecida del temple; es amorfo el sosiego, el gentío se
transmuta en rancio de tanto acalmón, las sombras se dibujan más
alargadas y parece que el mundo se entretiene, parado y quieto, en
este ombligo de tierra y nada sucede ni en las calles ni alrededor ni
en botica; es una falsa paz que sobrevive porque, sencillamente, es
verano.
Ramón Llanes. Huelva
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