[19]
EL
NIÑO Y LA GUITARRA
Llegaban
las horas espesas
al
reducto de la casa
y
se ponían las luces brillantes de tanto ambicionarlas,
se
dibujaban los juegos del niño
en
la pared despierta, –todas las paredes estaban despiertas–
y
se vio al niño en llanto de emociones
cuando
le llegara a las manos la guitarra.
Empezó
a sonarla, la acariciaba con su ternura,
la
durmió en su almohada.
El
tiempo le enseñó las notas del fandango
y
pronto se distribuyó la vida del niño
con
las palabras que le anunciaron cantes.
Todas
las tardes, todas, el niño se precedía
de
encantos con la guitarra.
Así,
aljibes de músicas, entre la templanza del ganado bienestar,
el
niño se hizo más niño
y
no crecieron las cuerdas
y
creció su armonía de inquietud.
Ramón
Llanes. (MINERALOGÍA DEL ALMA)
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