Escribir
Escribir, de qué; acaso de los tópicos agrados que se incitan en momentos nuevos cuando parece comenzar algo y se advierten propósitos; o acaso
escribir de los deseos, de todos los deseos que aparecen de forma virtual en
un aledaño del pensamiento, se subyugan, se les pone valor, se les obedece
y se cumplen para proferirlo a los colindantes seres que juegan en la misma
rayuela; o escribir de la proyección individual que un ciclo nuevo trae al
ánimo, escribirle al proyecto perdido, al sueño nunca realizado, al deber de
superación personal para alcanzar mejor bula y codearse con más altas
nubes; escribir, acaso, de lo necesario en el circo, de lo ideal para sustentar a
los leones y para solucionar los acosos y las tropelías de los llamados enemigos de la actividad; o escribir poniéndole pasión al envite depositando
fuerza en las formas, atreviéndose a romper la ola próxima o detener la siguiente bala.
La noche del treinta y uno se cerró entre fuegos al aire a modo de celebración y los primeros minutos del día de este año, estrenado en igualdad de
condiciones, también fueron objeto de una cierta ambición por lo novedoso
y se observa que no pocos son los depositados valores que se le conceden
simplemente por ser nuevo y querer entender que nada le vincula al anterior
ciclo. El tiempo no se hace solo, son los hombres quienes lo diseñan, lo confirman y lo ejecutan. El calendario tiene una inseparable dependencia de los
hombres, ambos se engañan, coinciden o se ayudan.
Escribir no será ponerle trabas al festejo ni mordaza a la alegría; un defecto de la imaginación impulsa a prolongar los sueños y consensuar los
parámetros con un eclecticismo pensado. De lo escrito queda su carácter en
la huella, los tópicos giros hacia los acontecimientos que dominan la escena
se traen a la reflexión; toca escribir de este tiempo expectante, futuro incierto pero aliado, que ha puesto sus credenciales en la vida para que los protagonistas le pongan números o humanidad. Mientras, a rehacer la caminata, echar a andar y calzarse de impulsos, con la generosidad de creer más en
nosotros que en el calendario.
Ramón Llanes.
EL CAJÓN DEL SASTRE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario