Dos ríos
Ya no cabe duda de nuestra cercanía, vosotros sois los guardianes
perfectos de los embalajes que nos distinguen las muecas del vivir
perenne y sois también los tragos dulces y húmedos que el destino o la
casualidad pusieran en la vía azul de todos nuestros caminantes sureños;
a vosotros, ríos del tiempo, que vinisteis a la gleba del surco, que estuvisteis en el acontecer de nuestras sonrisas, que fuisteis la razón fluvial
para nuestra estancia, a vosotros prefiero dedicar la parte de afecto que
se esgrime en el ángulo superior de mis neuronas de hombre fértil en
esto de andar y emocionarse.
Cada uno en su lado domesticáis la instancia que los hombres
escriben a modo de petición y corréis prestos hasta la mar para llevar
consignas y deseos, como el cartero infinito que estuvo siempre antes
que las personas. Ahora allá, agua pálida, agua ácida, agua de mecernos
los sentimientos desde su alta nacencia, agua de deleite y distendida, los
guijos que se quedaron en la senda larga, las piedras que rodaron cauce
abajo y el olor a pueblo que os persigue. Habrá una luna guiadora o un
sol empujando, habrá puentes que admitan el paso y despidan con los
ojos lagrimosos y habrá una historia detrás conservando la decencia,
vuestra decencia de ríos pequeños, a medio caudal de agua, a mucho
caudal humano.
Todos sabríamos escribir de otra cosa, de los campos que se adjun-
tan a la orilla en tanta regla de naturalidad, de los bienes que se regaron,
de los metales dejados en el camino, de los cantos pintados, de los
recovecos agradecidos, de las señales astrales; todos sabríamos escribir
del sentido que le dais a la Onuba singular y milenaria y a las minas custodias, mas teníamos las márgenes cubiertas por vosotros Odiel y Tinto
y acaso no supimos desviarnos del sitio romántico creado y nos pusimos
a componer este halago a tanta belleza usando a propósito la tanta lealtad de nuestras útiles palabras. Y quede vuestro honor resarcido por
esta vez.
Ramón Llanes. EL CAJÓN DEL SASTRE.
2 Agosto 2015
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