Somos productos perecederos, podredumbres posibles que se dejan afectar por las chusmas, somos columpios sin cuerdas, mitos de relleno en una melodía sin notas, los inútiles del andamio, quienes no saben bajarse, quienes se odian cuando otros mandan. Y nos dejamos pudrir por la culpa institucional del falso debate sobre la igualdad o el presupuesto y perdemos cordura y nos inflamos de discordias y aprendemos a insultarnos y olvidamos los buenos modos y las muchas risas. Y, sin darnos cuenta, empezamos a morirnos.
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