LUNA LLENA
Acudo a la llamada febril de la luna llena. Los románticos somos también lunáticos de alforjas emotivas, miramos la luna, la sentimos, nos afecta, nos cambia el estado de ánimo, solemos enamorarnos y apasionarnos. Ella es ajena a nuestro tránsito, vaga como distraída con sus estrellas y sus resplandores dándonos a entender que le importamos menos que un verso; ella no está en nuestros códigos inscrita, olvida el curso cotidiano y unas veces se esconde para aparecer al poco con cara de miscelánea viva que despierta de un sueño inmerecido; me subyuga, la evoco, me hace perder los silogismos, me trago sus disimulos y escribo palabras que no tienen sentido y sin embargo parecen poemas. Así fue mucho tiempo, desde los dieciocho hasta los ….titantos, ahora somos diferentes, ella y yo, -con mi descarga romántica, ya activada de realidades- ella y yo hemos dejado la inspiración y la fantasía a un lado, somos más prácticos, quizá porque ella sea hombre y yo sea luna. Una simbiosis o rareza o ilusión o mojiganga.
Ramón Llanes. 28.7.23
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