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La disposición genética natural de los seres vivos es la supervivencia, esta se convierte en la primordial esencia, se complementa con matices, enredos, parsimonias o deleites, los humanos pretenden el dominio, los animales la destreza, las plantas la germinación. Es el orden establecido, nada menos de esta línea ni más de la otra, estamos equiparados a vivir pero como un arrojo continuo de coraje y un examen en cada segundo. Vamos, venimos, tenemos luchas, poseemos bienes, nos dormimos, nos matamos, queremos ser independientes unas veces y sumisos otras veces, lloramos o reímos según la conveniencia, aprendemos a ser más grandes, más ricos, más guapos, más soberbios; tomamos los trenes de dos en dos, hemos perdido la noción del camino, un día menos es un día perdido, una moneda más es un día ganado. La supervivencia tiene esos extraños rasgos capaces de alimentar o desnutrir, de nacer o de aniquilar, de sufrir o de ordenar, es la estrategia montada. Unos desean marcharse y otros buscan vida, el control es un mando inocuo sin moldes o una caricatura sin rostro. La aspiración propiamente humana ni con todo se conforma. En esto estaba pensando mientras despertaba.
Ramón Llanes.
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