BAJO LA LLUVIA
Naturaleza convulsa, fingiendo un
invierno tórrido, se dejó llorar a lágrima abierta por los roquedos y las
avenidas hasta sobrar agua y anegar campos solitarios, asfaltos y vergeles; se
enfureció por osadía y comenzó a llover y llover sin otro sentido que cumplir
con su primigenia ceremonia.
En la mañana viva el chorreón caía con
desmayo desde donde siempre pero con más ansiedad y sorprendió a quienes
intentaban desunir sueño de realidad y a
quienes solo deseaban incorporarse a la dinámica de los quehaceres. Y llovía
sin prisas cuando alguien del entorno paseaba con calma bajo la lluvia, con el
sonrojo de unos y la creencia de estupidez de todos. Dibujaba en el paisaje
urbano una figura atrevida y tierna, se mojaba a conciencia, no aligeraba el
paso y reía a quienes le miraban sin llamarle loco.
Pudo ser un aficionado al sosiego o un
poeta estremecido que buscara rimas en la adversidad o un enamorado ahíto de
sufragios de besos pretendiendo un imposible olvido o una mujer que solicitara la
atención debida a sus necesidades o una novia dejada desvestida de sueños en el
altar o una prostituta que volviera a casa después de su tarea o un pescador
que calculara mal los tiempos o un vigilante que perdiera su hora o un
penitente que anunciara la próxima pascua o un borracho avergonzado o
simplemente un ser humano cargado de soledad o un hedonista que quisiera sentir
el inmenso placer de dejarse mojar en un día cualquiera e insólito por la
lluvia frágil; o tú, que me esperabas.
Ramón Llanes.
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