En el reino de mis desolaciones me permito creer que estás plenamente en mí, que estoy plenamente en ti; que la vida corta pasada contigo al fragor exquisito de tus caricias no es parte de mi recuerdo sino de mi existencia. Que me haces tanta falta como mis ojos, que no renuncio, no renuncio, no pierdo el bocado que me toca y llama, el campanario que me avisa, el miedo que nunca tuve por estar contigo, que el espacio reservado en la estratosfera lo has llenado de guirnaldas, que son muchos los lamentos que se me escapan, que estoy en tu equinoccio cubriéndote la memoria, que estás en mis inquietudes cuidándome la piel del alma, madre.
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