CUANDO LLEGA ABRIL.
A todos mis amigos que han trazado
en Madrid su línea de vida pero se
pirran por seguir
amando su tierra madre.
Somos
nosotros quienes buscamos el abril tan nuestro y llegamos a él, más que llegarnos él a
nosotros; quizá porque somos tanto espíritu de abril como son signos de
primavera las flores, las tardes que nunca se caen, las eminencias cantoras que
dulcifican el aire; parece que siempre es abril por el inmenso deseo que nos
coacciona el semblante en un pensamiento unívoco, trascendental. Es abril
porque lo hemos querido. Y cuando ya se acerca, cuando suena el alba a otros
silencios y la luna tiene cara de gabacha, cuando Madrid es también un potro
deslumbrante y emociona el camino, cuando todo esto es tan misterioso, el
hombre de abajo, el de aquí, que ha apostado tanto por la vida, este hombre
callado en el invierno, piensa: qué será de sus amigos de arriba, quiénes
habrán nacido de nuevo, quiénes habrán encontrado el amor o quiénes se habrán
desencontrado de la vida. Todo el pensamiento de aquí está por allá, por
aquellos rascacielos, por aquellas caras.
Que
supo el hombre de aquí que su amigo de allá padeció la calamidad del descuido,
que otro amigo de allá anda nuevo como un pincel con gesto pinturero porque la
suerte de un nieto vino a visitarle, que una amiga alumbrada por esos soles tan
suculentos del Madrid romántico se ha preñado de esperanzas. Acá no son las
cosas mejores, acá son pensamientos los recuerdos, se fraguan, se empinan, se
enderezan las menudencias cotidianas y al ponerles las pastas parecen un libro
digno del mejor poeta. Y todo eso porque muchos amigos están en aquella verdad
y respiran el mundo desde aquel ámbito y porque otros amigos se dejaron caer en
la somnolencia y a uno le produce una nostalgia infinita incapaz de dominarla y
se deja llevar apasionadamente por el corazón. Son muchos los amigos de ahí,
del entorno febril de los peñeros, amigos del deber, de las devociones, del
juego desde niño, amigos con quienes convivíamos cuando el primer beso, el primer
amor o el penúltimo abrazo. Seguís allá, tan unidos como los filones de
nuestras minas, seguís allá, mas permitidme que me desahogue con vosotros
porque os recuerdo amadamente, cuando llega abril.
Ramón Llanes
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