RAMÓN LLANES

BLOG DE ARTE Y LITERATURA

martes, 9 de abril de 2024

DE LA AMISTAD

 

DE LA AMISTAD

 

Desde que me conozco he cambiado multitud de veces de coche, de casa, de ciudad, de paisajes, de actitudes y de horizontes, he cambiado casi de todo menos de amistades; mis amistades primigenias las conservo intactas, más sólidas, más sentimentalizadas; si en alguna ocasión ocurriera la falta de contacto con alguien amigo, tuve la grandeza de restaurar el afecto/amistad con idéntica emoción que el día de la última despedida; en la amistad he conservado los mismos códigos de conducta y entrega, nada quedó desprendido para siempre del núcleo central, nada se me cubrió de olvido, enfado o desesperada frustración. Mis amigos son aquellos que siempre lo fueron, están al lado o lejos pero amistosamente configurados, mis amigos y yo formamos un cuerpo formal con hélice, motor, depósito de agua, escalera, pedales, expresiones, parecidos, cantos, gustos, gritos y aventuras; con ellos he amado la vida.

Contaré una parte de las consecuencias de toda esta experiencia compartida.

Cuando mi primer grupo de amigos surgió de una nada juvenil a la cual comenzamos a pertenecer por mor de la vecindad y de la escuela, allá con edades de pubertad, salidos del cascarón de la infancia, en aquel preciso momento se inició la primera tormenta de acercamientos entre nosotros y al poco se fue compactando hasta definirse como un equipo multifuncional, desenfadado, soñador y activo. La formación del grupo -chicas y chicos- tardó en constituirse como tal 6-7 años durante los cuales hicimos de todo, teatros, excursiones, debates, coro musical, equipo de fútbol, de todo hasta incluso enamorarnos.

Llegó el tiempo de la diáspora debido a las exigencias de estudios o trabajo fuera de la localidad y cada cual hizo su camino y se disolvió sin perder -la mayoría- el contacto asiduo con la base que era y es nuestro pueblo. Allí volvíamos y reanudábamos el abrazo, la broma, el juego y el baile; allí continuamos tejiendo lazos afectivos y nada se rompió. En el mítico mayo de 68 francés juntamos casi por última vez nuestras teorías. Y pasó el tiempo con su rodillo de inclemencias y desencantos aplanando, taponando y oscureciendo los sueños. Unos nos casamos y otros también, prácticamente todos lo hicimos con nuestras novias/novios primeras/eros y únicas/os. Vinieron las familias, los hijos, las emigraciones y ocurrió que volvíamos a la casa pueblo ya con menos asiduidad y se empezaron a mermar las relaciones entre nosotros.

En 2016 nos propusimos volver a encontrarnos en el mismo lugar, en el pueblo, en la plaza, en el casino, etc. Nos juntamos sobre 70 de todos nosotros, unos estaban aquí y otros, los más, llegaron de Madrid, Barcelona, Cádiz, Zaragoza, Alemania o Huelva. Y sucedió que en el primer abrazo apenas sin reconocernos, en algunos casos, observamos que la risa se mantenía igual, que los modos no habían cambiado. Y ante aquello que temimos pudiera haber sido el más sonoro olvido entre nosotros y la amistad hubiera desaparecido por el tiempo resultó sorprendente que allí estaba en plenitud y entonces de aquella experiencia escribí mi novela TODO CUANTO APRENDÍ DEL OLVIDO. Puedo asegurar que fue el olvido quien nos recordó la nueva emoción y quien nos mantuvo en vilo 50 años hasta volvernos a fundir con las mismas intenciones de fuerza, sentimientos y amistad. Y ahora compartimos a diario un grupo de Wuasap, consolidado y leal, como lo ordenó nuestra formación humana y ética. Y hasta aquí puedo leer.

 

         Ramón Llanes. 31.3.2024.

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