EMOCIONES DE AQUÍ
Se
esperan epidemias de emociones hasta ocupar todos los costados nuestros, de
sur a norte, de cielo a tierra, desde
todos los órdenes se esperan corolarios que dan sentido al hecho de vivir en
este universo profundo donde nos hicieron nacer y estar. Han llegado los
premios al Andévalo por las laderas de Morante y Osma. Se cultivan las
devociones a modo de fragmento importante del sistema que genera pasiones, en
Calañas a una virtuosidad llamada Coronada, en Castillejos y El Almendro a la
Piedras Albas que engancha tiempo a tiempo el deseo y comparecen a las viejas zonas pedregosas y ardientes
romeros que se engalanan de propósitos durante la primavera.
Vendrán
gabachas y subirán alturas en arraigos; se asomarán todos los ojos a los cerros
peñeros y a las calles adoquinadas; los humanos, los caballos, los peroles, el
romanticismo y las polainas sacarán del arca sueños y composturas y abril se
hará con buriles y trenzas por costumbre. Son siglos de emociones y de
esperanzas en estas cuitas del sentimiento; por aquí no se entiende de otra
manera.
Hay
muchas historias escritas en versos mayores que cuentan y refieren los
pronombres y acontecimientos que encierra esta tierra agreste en la epidermis
exterior y tan suculenta en los fondos, desde su riqueza mineral y aurífera
hasta la consideración de sus habitantes e incluso hasta en las advocaciones
líricas por la extensa adhesión a los detalles de nobleza. De ello han hablado
los libros y las enciclopedias y los poetas y los pintores y los espacios. Son
emociones de aquí, sin intérpretes, sin traducción, sin campanillas; emociones
íntimas que se insertan en los abrazos o en los silencios, emociones que
simbolizan y definen, que dominan el sentido común y que nunca duermen porque
el tiempo las purifican y las ennoblecen. Andévalo se llama.
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