DE LA FERIA DEL LIBRO
DE ARACENA
Olvidados de perseguir la gloria
los escritores persiguen su derecho a ser leídos, necesitan la atención de los
humanos que van perdiendo cada vez más contacto con el espíritu para dárselo al
ocio. He vivido momentos de auténtico placer oyendo los versos de poetas
humildes que llevaron a la Feria de Aracena sus sueños bajo el brazo para
presentar sus obras al público donde faltaron consumidores de líricas; he
vivido cómo en la dulcería de la esquina próxima se hacía una larga cola para
comprar unos pasteles; he vivido la desazón de Carmen intentando alquilar
hombres y mujeres dispuestos a escuchar, he observado a José Joaquín cansado hasta
los huesos de trabajar por transmitir su amor y necesidad por la cultura y
frustrarse por la desgana de los amantes de mostradores y sillas al sol.
Nos dolerá pronto esta manera
social de aniquilar los derechos más esenciales del conocimiento tan necesario
para el fortalecimiento de la mejor convivencia. Nos dolerán los desaires al
arte, al libro, a los creadores, a los impulsores de cultura, a las escritoras,
a las editoriales, a las librerías, al universo de la ciencia; cuando nos demos
cuenta del dolor ya será tarde y Carmen y José Joaquín y Moya y Concha y África
y Lola y Víctor y Las Hojas de Hierba y el Jardín de Judith y Pábilo y Niebla y
Onuba y Apuleyo y las letras y las palabras y los sueños y las ganas y las
fuerzas… se habrán cansado de esperar y solo quedará en la memoria una mesa al
sol repleta de botellas de cervezas vacías, migajas de pan, algún dulce sin
acabar y miradas infinitas buscando otra nada más allá del próximo absurdo. Y
entonces habremos perdido el derecho a saber.
Ramón
Llanes 9 abril 2024.
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