CUALQUIER DÍA
El mismo viernes pasado por
ejemplo allá en las puras estribaciones andevaleñas, por aquellos pedruscos
milenarios que nos dan ganas de comer, recorrí mecánicamente senda para llegar
hasta ese lugar donde la Puebla ofrece manjar, apetito y agrado; hice acopio de
caldereta, revoltillos y atún con tomate que Manolo Charra preparara con
maestría, excelencia y pasión y volví a la mina con toda la riqueza culinaria
debajo del brazo para ser degustada en casa contemplando el paisaje del cabezo
de la Peña, simbología de estos pagos. Lo destacable fue todo: el saludo de los
amigos en el bar, la conversación con Cristóbal y más la emoción de Manolo que
me extendió su mano con la sonrisa abierta hasta su infinito y me pareció recibir
de él un mundo sobrenatural para nuestro más ambicioso paladar. Y puso de
postre su afán, su ternura y su palabra indicándome que la cocina le aportaba
temple y entusiasmo y yo añadí que al mismo tiempo ponía su nota de exquisitez
al universo gastronómico de su tierra y saciaba el ansia comedido de expresivos
degustadores de tan excelsos manjares, como Mari, Miguela, Luis y yo. Le dí mil
gracias y salí contento y sonriente.
Ramón
Llanes. 18.6.2024.
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