CADA DÍA.
Cada día tiene un
amanecer y un ocaso, una luz y una sombra, un sobresalto y una alegría, un
perdón y un agravio, una paz y un conflicto.
Cada día es nuevo y
antiguo, es cálido y fresco, es fuerte y débil, es ostentoso y humilde, es mujer
y hombre.
Cada día salimos a la
puerta para definir el camino, nos adentramos con dignidad hasta llegar a la
meta marcada, somos un cuerpo que busca el confort y un alma que aligera los
sentimientos. Percibimos, cada día, cómo se mueve el aire sin consultarnos,
cómo se agranda la mar sin anunciarlo, cómo viene la lluvia sin presentirlo.
Percibimos el malestar, la miseria y el desastre, percibimos la bondad y el
amor. Nos hemos acostumbrado al olvido de quien nos olvida y al amor de quien
nos ama.
Cuando se acabe la
jornada y el ocaso apunte el cierre en nuestros ojos habremos sentido mil
sensaciones imposibles de describir pero aún sin tiempo para pensarlas, algún
cansancio nos empujará a compartir un sueño para recuperar los amaneceres
siguientes y poder encontrarnos de nuevo con la luz, la sombra, la paz, los
silencios y la nostalgia. Este tiempo de ahora tiene la sutileza del estío, que
para unos es semblanza y para otros pesadumbre; para nosotros, los equiparados
a la sencillez, este egregio tiempo se convierte en bolsa de voluntad con
abrazos de colores, y endulza la razón.
Algo así es la vida.
Ramón Llanes
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