PARA QUÉ LA VIDA.
Pudo
bastar con una pregunta
para
autorizar o declinar la invitación de mi derecho a la vida.
Una
simple consulta. El bautismo es menos
y
me preguntaron; el matrimonio es menos y me preguntaron;
nadie,
para nacer, me tuvo en cuenta,
ni
siquiera escrutaron mi voto.
Me
dirán que no existía,
pudieron
inventar la fórmula, era fácil llegar a mí, llegaron.
Estaba
yo con mi eternidad sobrado de todo
y
me traen en un compromiso biológico responsabilizando
a
mis progenitores. Me rebelo, les presento un llanto
de
impotencia, pero ellos sabían que me estaban condenando.
Para
qué la vida, cuando me arropaba la inconsciencia,
en
una nada de perfección, allá en los infinitos espacios
de
la única verdad. Para qué la vida, no les dije, es ahora
mi
protesta, ahora cuando le destruyo el sistema. No era
lógico,
ya veis, ni consensuado, ni científico.
Un
amaño más bien, que por aquello del placer, me dejaba a mí
cero
más cero, en un cero continuado de desaciertos.
La
vida primero, luego la lucha por supervivir,
luego
la miseria al lado, luego la prisión en el medio,
luego
la mediatez, los miedos, la falta de eternidad,
y
más tarde, sin consulta otra vez, la muerte;
para
rematar la insensatez, la muerte,
para
desinfectar la vida, la muerte.
Mi
muerte para válidos entresijos de la biótica,
mi
muerte para experimentos, mi muerte
para
estudiar otras vidas. Nunca para preguntarme
la
necesidad de acatarla. Te vas y calla, es el mandato.
Me
voy, pero no a mi eternidad de perfecciones,
ya
no soy perfecto, he pasado por la vida,
un
asco más, un desheredado de la consciencia,
un
átomo tonto sin utilidad.
Para
qué la vida,
para
qué más de un favor a la naturaleza,
para
qué más que un pulso a la nada,
para
qué más de un proceso innecesario.
Para
cuanto sea, que no me importa,
que
conste mi protesta por no consultarme.
Ramón Llanes
No hay comentarios:
Publicar un comentario