DOS ORILLAS
(Un relato inacabado)
Para escribir esta
historia acudió Dora al lugar más preciado que tenía, adonde los sentimientos
se estaban cuidando fusionados con emociones indelebles y se mantenía la
seriedad de la grandeza con un mejor fragmento de vitalidad. Y se fue Dora a su
abuelismo, a su cofre de oros nuevos que tanta frondosidad alcanzara en sus
últimos tiempos, a su Lucía y Álvaro, sus nietos, para desde allí juntando
letras, palabras, entusiasmos, ratos, risas, abrazos, llantos y mil misterios
más formar un relato inacabado capaz de reflejar la parte más tierna de su
universo.
Ya está, ellos ya lo
saben, saben que son protagonistas de la verdad de su abuela; saben que nunca
será más extensa y prolongada una caricia que la de su abuela Dora. Ella
también lo sabe, conoce los resortes para apretarlos haciéndoles cómplices de
sus latidos y tal como fragua su pasión con ellos en la opción real, en el
patio, en la mesa, en el almuerzo, en la casa, de tal manera, como una
continuación a su libro no escrito de sensaciones, ha empeñado su traje de
madre, hermana y abuela para mancharlo con ellos en las aventuras cotidianas
que las palabras le ofrecen para la expresión más noble de la ternura.
Empieza por darle a los
nietos a conocer lo escrito y empiezan a suceder cosas, a ellos se les abren
los mundos, a ella se le abre la sonrisa; luego se miran, se abrazan, beben con
pausa para seguir la lectura; hace que su diario sea el diario de los niños suben
alborotados los chiquillos que antes jugaban al lado del parterre saltando de
dos en dos los escalones de pizarra que dan acceso al jardín…Ahí afuera sigue
latiendo la vida -piensa-.
Recupera el recuerdo,
acude a la memoria ensimismada en la melancolía y va haciendo sus castillos,
enumerando sus sueños. Carmen -la escritora- es mujer de temple amable y no se
da prisa por el acontecer próximo, sabe que vendrá a ocuparle todo el espacio,
no se duerme, se afana en arreglar los cojines, airear la sala, iluminar la
vida de los suyos; se susurra entre dientes y le vuelve a leer algunos párrafos
de sus relatos; ya no tienen edad de nada de eso: una partida de algún juego
de mesa, la tableta o alguna maquinita han dado el relevo a aquellos ratos de
pura fantasía que ellos, seguramente, ya habrán olvidado.
Y la vida de afuera
continúa su curso hasta que se propongan aceptar un consenso; así que el sábado
que viene veremos Romeo y Julieta, por segunda vez. Y aparece Magda y
otra pulsación a la historia. Y todo se convierte en un relato o en un cuento
íntimo, solo vivido desde la emoción casera, como si fuera diseñado a la hora
de la siesta.
Y transcurre la vida
mientras escribo, apresuradamente a veces, otras sin prisa…lo más fascinante
podría surgir en medio de esta cómoda placidez, a ratos nostálgica que existe
en la rutina de lo cotidiano. Hoy, aquí, en este ahora, sin pretensión alguna de
grandiosidad, garabateo mentalmente unos versos: se cuela/ un alegre trinar de
pájaros/ por los postigos entreabiertos/ de mi ventana…amanece/me dicen que no
estoy sola…/ a lomos del viento Olvido/ volarán las memorias…
Y Dora y Carmen y
Álvaro y Lucía y Cristina y Andrea y los recuerdos, y la emoción de escribir y
la sensibilidad de compartir y todo lo demás y todo lo demás del alma empiezan
a fundirse en DOS ORILLAS, mientras, afuera, continúa latiendo la vida,
inacabada.
Ramón
Llanes. 17.Junio 2024.
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