SORDO BIENESTAR
Gustarán los perfumes, la gastronomía, el teatro; no gustarán las moscas, los atascos, el miedo; gustarán los patios con flores, los ocasos, la mar; no gustarán las violencias, los terremotos, la envidia; seguiremos enganchados a los gustos como exigencia que compone el bienestar, como condición que implementa los sentimientos que consolidan el ritmo de ese bienestar. A esta hora, fabricado ya el reloj de nuestra vida, queda clarificado el orden jerárquico de nuestras preferencias, dándose la sutil paradoja que aquello que para unos constituye placer, para otros supone rechazo. Ejemplo de todos los días, la pasión por el fútbol, el desinterés por los toros, el deleite que supone un cigarrillo después de comer, la negativa genética a subir en avión, el miedo a la oscuridad, el valor ante las adversidades. Todo un compendio de paradojas que se suceden en la órbita del ser humano, con tanta frecuencia como la luz.
Parece un sordo bienestar, una razón que mide en exceso la capacidad del individuo y le asigna un calendario de días para disfrutar, una amalgama de olores para rechazar, una retahíla de acciones que incluso unas veces serán placer y otras dolor. Una verdadera fórmula de ser humano franquiciado por la capacidad de poder elegir su bienestar contando con la dotación química que, parece, influye en estas sensaciones.
Ramón Llanes.
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