ROMANCE
DE LA PAZ PERDIDA.
Huele
el mar a patria suelta,
a
escondite de osadía,
a
esa insana Paz que cuelga
sus
miserias cada día
en
la voz que desatenta
ordena
desarmonía
y
van las luces discretas
comiéndose
la alegría
que
el hambre en la mesa deja
y
el hambre a la suerte fía.
Huele
a podrido, apesta
a
olor de basura fría,
a
deshonor y a tormenta,
a
insulto al pobre, diría,
a
maldición que se inventa
quien
a la Paz desafía
y
pone sobre la hierba
la
felicidad tardía
que
a la Paz dolida queda
porque
no es la Paz pedida.
Huele
mal, huele a guerra,
huele
mucho a sangre fría,
huele
a falsedad perversa,
a
esa malvada ironía
de
creer que Paz es paciencia
o
es la Paz una utopía,
huele
a daño en las conciencias
y
a consecuencia dolida
y
huele mal eso que piensan
quienes
al terror se alían.
Ha
de oler de otra manera,
a
corazón, a fantasía,
a
órdagos que no frenan
la
Paz en su correntía,
oler
a limpio, a primavera
con
lluvia, a valentía,
tiene
que oler a candela
que
queme las fechorías,
oler
a nuevo, a quimera,
a
Paz, a igualdad, a vida.
Ramón
Llanes.
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