SI FALTARAN LAS
PALABRAS
Encontrarnos una tarde de marzo con la boca cerrada, olvidados de hablar,
sin otra manera de expresión que el gesto, sin otro modelo para comunicarnos
que la mueca o la osadía en el movimiento de las manos, sería una imposición de
contracorriente, la pérdida de mucho de lo aprendido, un desastre que nos
llevaría a calificar conceptos y volverlos a encuadrar en una simbología
inventada, quizá con la referencia de la palabra pero idos del proceder
antiguo; el entendimiento entre los seres humanos padecería un retraso de
siglos. La inteligencia adelgazaría las dificultades y al cabo de pocas décadas
volveríamos a tener un lenguaje adecuado para entablar la necesaria forma del
diálogo.
Para una
dolorosa mayoría de humanos, al menos los que pastan en un lugar llamado
España, constituirá un imposible adaptarse a consumir trabajo, faltos durante
tanto tiempo de su ejercicio; habrán de ordenarse a través de terapias
especiales para ofertarse con un mínimo nivel de ganancia y rentabilidad. Las
carencias de tareas han conseguido imponer en el subconsciente de cada afectado
que no se aprecie su falta; como nunca podría emprender
una carrera de obstáculos de competición alguien no preparado físicamente para
ello.
Cuando
volvamos a ocupar el hueco de nuestra pertenencia antes de los avatares de la
crisis, encontraremos camastros distintos, habremos engordado solo en las
ansias y seremos famélicos en la asignación de derechos. Cuando esto acabe no
habrá espacio lícito para ser llenado por nuestra propia dignidad. No sabremos
utilizar con normalidad el sitio primigenio ni las razones conseguidas,
habremos de rendirnos a la evidencia o progresar a través de nuevas muecas que
valgan para iniciar la vindicación y los modelos deseados.
Ramón Llanes
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