Me he sentado a la par que el libro para tres palabras de envidia para soñar, si puedo, tres veces igual, para aterirme a un cansancio de valentía. Hoy se me cayó el sentido de vivir en tres burdas ocasiones, en tres miserias. Un saludo incompleto, una ignorancia, un mal resultado. Menos que llorar es cualquier cosa y yo, siempre soy menos que mirar, que ni a mirar me atrevo, siempre menos, siempre menos, acostumbrado a poco más. Me han llovido las ganas de un borrón al día pero me vino ciego y sin sombras, atardeció como si nada mientras en su mesa sobraron tres migajas de nada. Me ha faltado tiempo para tomarle el cariño propio, para enterrarle también me faltó tiempo y para odiarle. Le dejo una página blanca en el diario borrados los números de las fechas, tachadas las horas, roto el santoral. Y mañana lo hará bueno, si cabe, si tiene oficio, si le sobran tres rayas para escribirle el atardecer. El futuro solo recordará la tristeza, jamás existirá para los poetas, jamás vendrá a reinar en trápalas y maldiciones se le partieron tres motores de andar y dejó aceite en los arcenes, manchas negras, calenturas. Ni un adiós cerrado ni un bostezo, ni una pantomima, ha merecido. Con tres pésames le arriendo el olvido.
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