EL REGALO.
Un
hombre y una mujer, descalzos por la arena, primer atardecer en la orilla de la
mar deseada y nunca vista. Un hombre y una mujer, seres de tierra adentro, amor
nacido en los horizontes altos, allá en la montaña, han descubierto la magnitud
de la mar soñada. Ella, ojos de canela, hace hoy veintitrés que la nacieron; él
cumple veinticinco también hoy. Han dejado sus manos acariciar el agua tan
mansa, se recrean en la crecida de la tarde en un despampanante rojo de sur y
cogidos al suelo por los pies desnudos se besan en parpadeos de salinidad,
viviendo algo nuevo.
Elegirán luego un detalle en la tienda más próxima, rendirán
cuentas al calendario en agradecimiento y brindarán como saben, con besos.
Y después del éxtasis de la mar, en la primera nota oscura
de la noche, la mujer vistió de seda blanca su cuerpo ardiente, prendió de sus
cabellos hojas de retama chillando el amarillo, guardó sus manos en su misterio
y esperó con los labios ansiosos al amado.
El hombre, de rubio lacio, se entrenó a emociones, puso un
canto tenor mientras calzaba zapatos de cumpleaños y vestido de enamorado asomó
una flor de retama por el ojal de la
solapa de su traje de mar. Se izó el cabello y abrió los labios a la amada. Se
miraron , envolvieron las bocas en el regazo del beso, ampliaron la luz con la
solemnidad del amor y se entregaron al deseo del regalo por aquella dicha.
En ambos estuches una caracola de mar y un “te quiero”.
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