TIEMPO DETENTE
Me
acude la rémora perfecta de lo imposible, llamando a la piel en tarde ocupada
de versos para dedicarme mensaje ideal, para que los témpanos, la frialdad de
la razón o la inmisericorde osadía de los humanos nos pongamos a detener el brío
del tiempo. Hicimos con soberbia un sentimiento de acomodo usurpando las leyes
naturales y conseguimos la bruta realidad de entretener al minutero en un
crespón semioscuro del día que empezaba a llenarse de noche. Y el tiempo paró
sus inclemencias y sus solsticios, se deshizo de su gresca, desnudó su parte
íntima, gritó como un cualquiera e incluso se odió un rato mientras componía
una melodía nueva que inventaba en un pentagrama donde todas las notas
respondían al concepto de do-paz, re-paz, mi-paz, fa-paz, sol-paz, la-paz,
si-paz y la música sonaba como el agua.
Fue una pócima, se hizo un manjar y la
estulticia voló hacia donde fallaba la cobertura y los espacios cubrían su
insolencia y no llegaba con el aire el hedor de su imperio. Se había detenido el
tiempo al mandato o solicitud, las cosas comenzaron a moverse, pararon las
máquinas, los relojes, la enemistad, la altivez, las guerras; y el tiempo
boceó con la sonoridad del viento la
melodía que los hombres nunca supieron tocar y la vida se descompuso hasta
doler.
No había soñado, el tiempo quedó inútil
por la capacidad general de los adeptos al cambio, se modificaron las
asignaciones de los poderes, se culparon a los verdugos y los mismos hombres
que lo detuvieron lo echaron a andar solo con la inercia de la música y comenzó
a parecer otro tiempo, otra vida.
Ramón Llanes
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