NOSOTROS
Nosotros desconocemos la indiferencia,
llegamos tarde el día de su reparto en las alcobas apaciguadas de los castigos
y pertenecemos ahora a la especie inacabada de la pasión que se extingue a
golpe de inercias; somos la carne roja deseada que tanta emoción produjera en
las riveras de los amores, que tanta indolencia destruyera en los momentos que
se convertían en flácidos por la ineptitud del espasmo.
No hemos alcanzado la sabiduría porque
estuvimos manchados siempre de locura y adictos a lo insólito, porque pusimos
flores en las miras de los fusiles y nos coloreamos la cara cuando se
anunciaron las batallas. Navegábamos al revés, romanticismo arriba, rebeldía
abajo, con el canto en la voz, sembrando sonrisas en las almohadas y dando
manos de cal blanca a los muros quejumbrosos de la inseguridad y los desatinos
del sistema. Hemos olvidado el interés medio de una pérdida, desconocemos el
valor de la moneda y no hemos desistido de navegar en la entrega sin
contraprestación a cambio.
Ellos hablan otro idioma, nos marcan
las pautas, exigen el rédito del favor, no entienden de condonar deudas, llevan
un cuaderno de morosos y condenan a los incumplidores de los retrasos, saben
mucho de números y muy poco de letras, nunca han escrito una carta de amor ni
han cantado al aire unos versos de Lorca.
Ellos y nosotros caminamos curiosamente
juntos -ellos con zapatos de piel, nosotros con alpargatas-, en este mundo de
competición. Ellos pusieron las reglas y nunca nos escogieron para un tajo
merecido. A nosotros nos sigue extrañando la vida, a ellos les seguimos
extrañando nosotros. O ellos o nosotros sobramos en la fila pero son más, saben
trucos y poseen el don de la indiferencia que les endurece el poco sentimiento,
mientras nosotros atendemos aquellos que nos parecen principios de ética y
continuamos aferrados pasionalmente a lo humano hasta debilitar en el trajín
constantemente nuestro sentimiento. Y somos nada en la fiereza y, por ahora,
perdemos el saldo del reconocimiento que es a la postre el que menos nos
importa. Mundo.
Ramón Llanes
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