QUÉ PRONTO, LOS LUNES
Cada semana es una realidad sobrepasada de peso y espacio que a veces para otra cosa no sirve sino para envejecer personas y cosas , asoma con la prontitud de la experiencia, deja las huellas exactas y hace un corto mutis. Hacemos valoraciones del tiempo o, mejor, de las consecuencias del tiempo y de los aconteceres que se suceden. La costumbre lleva sus mejores referencias de placer a los llamados viernes, sábados y domingos siendo los lunes estaciones amorfas o malditas que nos despiertan a una realidad poco deseada. Delante del lunes, el mismo lunes, espera una glosa de ritos obligados, espera la solemnidad del propio tiempo para encumbrar u olvidar y que producen rechazos tan divertidos como ilógicos.
Las preferencias del hombre se ciernen en planificaciones para esos tres sabrosos días que canalizan todas las exigencias del desenfado, la desarmonía, el ocio, la banalidad o el simple aburrimiento. Sea cual fuere el sentido que se le dé a ese espacio, sea cual fuere el contenido que se le agregue a ese tiempo la costumbre conseguirá realzar ansias hasta las medidas que cada cual asuma. El fin de semana denota la gloria, el lunes trae un infierno a la vida; infierno superable en sólo unos días, pero infierno con necesidad de traspasar.
Desde otra óptica el placer se centra precisamente en los lunes. La oportunidad de la conversación para contar a los más cercanos las peripecias pasadas solo puede hacerse después de haberlas vivido. El lunes, con esta nueva experiencia, ha de quedar repleto de contenido aparte de los cotidianos pero hace un sitio para compartir la fantasía, se le otorga, sin querer, prestancia e importancia.
Las alternativas pueden parecer consecuencias del conformismo pero aunque así fuera bien merece una apuesta de ensayo. De ahí hasta consolidarla en la costumbre de también valorar los tiempos que el hombre dedica al sustento de la vida, razón imprescindible para continuar el viaje a cualquier parte o con cualquier criterio.
Que cuando así suceda nadie pensará que se trató de un descubrimiento determinante para la existencia. No, estas cosas se miran de soslayo, aparecen, desaparecen, irrumpen con más o menos consistencia pero tienen el valor de un soplo. Nada cambiará en la bolsa si a los dos "memos " de este cuento se les ocurre disfrutar tanto de un sábado como de un lunes en la tertulia de los amigos. Nada cambiará en el contexto de la semana sea de una u otra manera e incluso puede que los que sí lo asuman se levanten a principios de la próxima semana maldiciendo: " qué pronto, los lunes ".
Ramón Llanes.
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