DE TRANCES.
El momento del calor,
trance crítico, el soplo adquiere velocidad deseada que a veces ni
llega al cuerpo, como la música de los idearios del elenco de
tramoyistas que pueblan el estío o aquella manera de amar que le
pones a mis ojos, todo es un éxtasis. Quizá no pueda más vivir en
rutina, en complejo de caricatura siendo busto, en trance de creer
que lo alcanzable es solo lo real, la mediocridad de lo material
convertido en un pozo, en una canastilla para llenarla de recuerdos o
en un bostezo; lo alcanzable es lo deseado, lo hemos conformado ya en
la extensión de nuestros diálogos.
Hasta que vuelva la
razón, que no se queda en verano, estaremos esperando las aventuras
de las tardes entre la arboleda de los sueños, caminos de anhelos y
placer, peldaños de escaleras que suplantan la tierra por algo más
que lo cotidiano; es el trance de estar, de acercarnos, de
convertirnos en corazón al jadear de un paraíso que es horizonte de
tránsito. En el trance, también, de pensarte, de pensarnos, de
cerciorarnos de nuestra existencia, de no frenar los halagos y de
dedicar la creación a encontrarnos. Ya vuelvo, la noche no es
obstáculo, ya vuelvo.
Y el último trance
acaba cerrando los brazos en torno a ti, nosotros por un lado abierto
del círculo, nada reparamos, somos caldo de equilibrio, somos la
voluntad y se nos hace corto el tiempo; los espacios tienen fuego de
espera y son más cortos cada vez, a lo cercano siempre existen una
mirada y luego un beso que son el delirio del trance.
Ramón Llanes.
5.08.05.
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