EXPERIENCIAS.
Me dijo la abuela “baja la voz que el
niño aún duerme” y nos pusimos a mirarlo entretenidos en los ojos cerrados y la
paz que tenía. Allí mismo, sin despertarlo, conté los días que son de Navidad y
las horas que faltan, cerré los labios, apoyé las gafas en el libro y leí para
mi adentro el manifiesto de los proverbios, para que el niño, la abuela y yo,
sintiéramos aquella sensación como una experiencia. Y leí:
-No quiero estar libre de peligro solo
quiero valor para afrontarlo.
-El pesimista se queja del viento, el
optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas.
-Quien sabe amar jamás hace sufrir.
-Sentir gratitud y no expresarla es como
envolver un regalo y no entregarlo.
-Es tan dulce ser amado que a veces nos
conformamos con la apariencia.
Al
despertar, había atardecido, las gafas estaban en el suelo, la abuela hacía
punto de croché y el niño jugueteaba en la cuna. Nos sonreímos y, como si nada, volvimos a
dormirnos.
Rllanes
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