DE HUELVA.
Navegábamos
desde mar abierto hasta las estribaciones que la tierra ofrece,
guiados por la luz blanca de un faro lejano; antes de la última
singladura se nos abrió la margen izquierda y la mar nos descubrió
el estuario buscado, donde desembocaban dos ríos que llenaban de
esteros los lados, con islas y recodos de agua. El capitán nos
alertó de aquel descubrimiento insólito, nos asomamos desde proa al
entorno húmedo, solo el rumor del poco viento, el bullir de las
gaviotas y la ilusión de la llegada nos despertó del inquieto
sueño.
Habíamos
arribado a la tierra de tartessos y la pisamos con el máximo
respeto, buscando huellas y memorias que de tantas casi no supimos
elegir. El lugar tenía el nombre escrito en el recuerdo, las aguas
acariciaban mansas las orillas, las miradas acosaban el paisaje.
Alguien gritó ¡Onuba¡ desde el mástil y todo comenzó a hacerse,
hasta que decidimos quedarnos al abrigo de la belleza y de la ría.
Ramón
Llanes. 20.05.05.
No hay comentarios:
Publicar un comentario