PRESENTACIÓN DE LA OBRA “CABELLOS DE PLATA”
DE
MARCO ANTONIO MOLÍN RUÍZ
Hablemos de
ellos, de Marco Antonio Molín Ruíz, como autor y de CABELLOS DE PLATA, como
obra. De los datos biográficos de Marco entresaco que nació en 1972, en Huelva
y que fue en 1998 cuando comenzó su actividad literaria a través de su
participación en un recital poético dedicado a García Lorca. Comienza a
frecuentar la tertulia del 1900 y allí se asienta y distribuye su tiempo en
diversas épocas, unas veces recitando autores generales y otras veces
ofreciendo su producción propia. Destaca su monólogo lírico-musical-dramático
“A solas con todos” en 2002. Vendrían otros recitales a raíz de su aportación
al trienio juanramoniano. Publicó su relato “Piel negra, conciencia blanca”, un
prefacio metafísico para la sonata, para flauta y clave en “si menor” de Bach;
el micro ensayo “Intrarrumbos” y el relato lírico “Invierno en Huelva”.
Desarrolla una labor didáctica y periodística en las disciplinas de literatura
y música, tanto en centros de enseñanza como en prensa. Su mundo música le
amarra a su labor extensa como solista, como acompañante, con prestaciones en
el canto, la flauta dulce y el teclado, siendo miembro del Trío Barroco “1685”,
de los coros líricos de la Sagrada Cena y Guadalupana, de Huelva que le han
llevado a recorrer casi toda la geografía onubense y casi media España.
Marco se
mueve siempre en eso de la actividad, lo suyo no es la quietud, es el
desparpajo, la preocupación la búsqueda del todo que le interesa. Y
posiblemente ni él mismo sabrá si busca música o busca poesía o busca las dos
cosas al mismo tiempo y las encuentra a las dos justas, al mismo tiempo. Desde
mi óptico le veo buscador de mucho pero sobre todo de sí mismo porque es un
interiorista de fórmulas o es una fórmula de interiorismo. Lo suyo es algo así
como su lealtad a la intimidad, ahí se siente bien, se gusta. Por eso escribe
de sueños y no de realidades; escribe de tentaciones y nunca de ambición.
Imagino que le alegrará tanto el poema como la flauta, el piano como la
observación. Es captador y sin embargo parece intermitente; es imaginativo y
parece solitario; es glotón de su propio ensayo y parece hambriento de soledad.
Un tipo curioso, muy ágil, muy fácil de sacarle una seriedad y quizá imposible
para invitarlo a una locura que no esté en su ruta vital.
Marco es
también un paseante de mundos que otea horizontes de verdad o de sueños y que
gusta de perderse en su sosegada melancolía para luego prenderse de los
silencios de las notas y de los versos. Marco es merecedor de ser conocido.
La obra que
presentamos dice él que es un monólogo en prosa poética y digo yo que sí, que
puede ser eso, pero que también es un grito en prosa poética. Grito no por su
vanidad, por su deseo de ser escuchado, no; grito por reflejarse en el espacio
exterior, por sobrepasar la inclemencia de lo interior y conocerse fuera, donde
también los versos están en la selva y donde la luz ilumina la selva, en su más
completo sentido de libertad. Su selva está en su libro porque Cabellos de
plata no es una metáfora que pueda referir la temporalidad de las cosas o la
edad de los hombres. Es su monólogo grito, con susurros, con confidencias, con
bucólica, y dice: “otoño haz que caiga sobre mí una lluvia de hojas secas”. Así
refiere la caricia, la necesidad de la caricia en ese momento poético que vive.
Y luego hace alarde de importante “todos los instantes de mi vida acabarán
congregándose al calor de una sola fuente”, su gloria, que gire a su alrededor
el mundo, que la fuente amorosa sea su identidad.
No podremos
decir que este libro sea una obra de amor, que esté escrita desde el amor o
para el amor, no podremos decirlo, no lo diremos; diremos que es un canto
místico intimista al amor mismo, sin necesidad de manosearlo sin lugar sin boca
sin nombre. Relata sus sueños pensados o sus pensamientos soñados, vaga por las
cornisas altas de lo inmaterial, todo es un entorno cálido pero desubicado,
inerte, como si nada de lo soñado pueda existir. Y para darle consistencia, él
le oferta materialidad y construye su marco con esa nota sutil del pentagrama
de los pensamientos.
La obra
interesa por su calado de magia natural, “me encuentro flotando en alta mar”,
dice; y ese puede ser su objetivo, y también el vuelo y la caída final, deseada
quizá, a su Antártida, su meta de intimidad.
Ya he dicho
demasiado, que hablen ahora ellos, Marco y la obra.
Ramón
Llanes 18.2.2014.
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