CAPARRÓS.
Vino de una nada sin justificar por
mor de rocambolescas causas deportivas y por la avidez de un
presidente listo acostumbrado a pescador. Y llegó a esta tierra de
una parte de sus ancestros a descubrir el consenso en la disciplina y
el orden, que ya habían estado por estos lares pero dormían en
otros ejidos; para destapar un venero de utopías que guardaba en sus
tarros pequeños sin querer enseñar. Era Caparrós hombre más bien
al uso de la costumbre de Onuba: serio, humilde, tímido, honrado y
con cierto espíritu aventurero. Con dichas virtudes a veces es
dificil conseguir el triunfo pero a él le importaban otras metas.
Vino
Caparrós a la farándula de los goles de Huelva a meter los máximos
y que los mínimos le metieran, a hacer camino de entrenador de
hombres, a suplantar las ironías de los desesperados que se cansaban
de segundas divisiones en sus escalas más bajas y a conquistar
alguna vez la efemérides del éxito aunque fuera a costa del fracaso
de otros. Vino, sencillamente.
Ahora
levanta su vuelo a otro nido, dicen que a villas reales que le
esperan como mesías para el éxodo a las tierras prometidas que
quizás pierdan o para hacer nueva enseñanza de los mandamientos de
goles que allí parece también olvidaron. Y nos deja con la boca
abierta derribados por la huída sin susurrarle que aún le seguimos
necesitando para las tareas sin acabar. Nos deja con un estadio
huérfano de él, con un equipo hecho a él, con unas premisas
moldeadas por él, con una mar tan grande llorosa por él. Y a su
pesar nos deja; su camino es largo y Huelva acaba en la orilla. Nos
deja como si solo se tratara de un viaje a ninguna parte para echar
amarras en este puerto allá en otros julios venideros, porque los
premios onubenses aún no se los lleva.
Y habrá
dejado goles que supuraron las esquinas de las escuadras de algunas
metas y satisfacciones de esas que se gozan en las tabernas y se
halagan con la presencia en el estadio y resurrección del amor a los
colores y constancia y tesones y amistades nuevas. Que así parece
mejor nunca marcharse porque las cosas nunca se acaban de acabar y
los lazos se van apretando mucho más al corazón y cuesta la misma
vida hacer las maletas y decir un adiós que nunca se desea.
Aunque
solo para dos horas viniste Joaquín y para dos horas o poco menos te
vas. Pero el tren que te lleva tiene consignas de vuelta, conoce tus
propósitos de vía ancha, sabe de los sueños que no has soñado y
te guarda la almohada hasta este o miles de amaneceres más. Aquí,
atentos a tus goles de banquillo, estaremos disfrutándolos contigo,
cerca o lejos de La Plana, cerca o lejos del césped de tus
querencias, pero, a sabiendas de tus pensamientos constantes para
esta cuna, te esperaremos. Tu casa no es lejanía del sur ni falta
que te hace, tu casa tiene marismas en la ventana y salitre y
colombinos caprichosos y picaporte de marinería. ¡Anda patrón,
ordena pronto la partida para que más pronto sea la vuelta¡.
Ramón Llanes.
(lo
escribí hace tiempo, no sé cuanto)
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