CONSEJOS PARA
ARREGLAR EL MUNDO
Se
nos ocurrió de pronto, sin precisar de un proyecto, un análisis, un
presupuesto y sin la contratación de asesores. Estábamos en el
asueto de la bodega en el primer afilado de los labios con la
majestuosidad del sabor a vino, -razón de más como para elucubrar
sobre los asuntos transcendentales de la vida- cuando cada cual fue
poniendo hilos en la madeja hasta hacerla con capacidad de sostener,
desde nuestras manos de la creída solvencia, el ensamblaje general
de este galgo mundo que se mueve más que los precios y que nos trae
de cabeza a pesar de su carita de buena persona y de sus paisajes y
de sus monumentos. Pues eso, que a cada cual le salió del alma un
suspiro reparador y fuimos poniendo las fichas en su sitio, los
hombres en sus puestos de trabajo con sus sueldos acorde con su
importancia, pusimos a los niños en sus colegios públicos,
admitimos a todo cuanto ser mostrara afecto por la idea –sin
excluir a los pobres ni a los homosexuales ni a las lesbianas ni a
los mendigos ni a las prostitutas ni a los banqueros- y fuimos
designando cometidos. Quedó claro que nadie debía ser un
aprovechado y que todos tendrían una facultad decisiva para
intervenir en los cambios que se consideraran necesarios para la
mejora de la convivencia.
Y
en el tiempo que se tarda en degustar cuatro aceitunas y un par de
manzanillas, entre media docena de conversantes adeptos a las formas
pacíficas y limpias de entender la vida, le dimos la vuelta a todos
los problemas, planificamos –sin necesidad de insultos ni
descalificaciones- el orden adecuado para que hasta los más
anárquicos pudieran sentirse cómodos y hasta los más pesimistas
supieran encontrar cuotas de felicidad suficientes como para
apuntarse a esta nueva sociedad. Apenas acabada la tertulia nos dio
por mirar la estructura del nuevo sistema de mundo y nos gustó y
partimos hacia el hogar con las justas copas, la satisfacción del
deber cumplido y una sonrisa de lado a lado.
Ramón
Llanes. 30.1.20
Publicado 31.1.2014 en diariodehuelva.es
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